PRISMA
Equilibrio policial
CON el correr de los años y ojeando la historia, podemos encontrar que la Policía Nacional de Colombia ha debido enfrentar un sin número de situaciones complicadas donde se cuestiona el proceder de sus hombres, algunas con suficiente razón de parte y otras un poco tendenciosas. Sin embargo, la noble institución siempre ha sabido enfrentar los problemas, que la mayoría de las veces terminan en ajustes y cambios.
Recordemos la policía política de otros tiempos, cuando algunos de sus miembros fueron proclives a tomar partidos en enfrentamientos políticos que tanto mal dejaron en el país y la institución. No olvidemos los sucesos del Bogotazo, donde brilló por su ausencia, dejando la capital en manos de los revoltosos, y qué decir de las jornadas de mayo, enfrentando los movimientos estudiantiles que protestaban contra el gobierno del General Rojas. Mencionamos solo algunos ejemplos de una institución que diariamente permanece en el vórtice de los problemas nacionales, hechos que la hacen blanco de críticas y acusaciones. Pero una vez superadas estas vivencias nadie se ha detenido a estudiar o analizar qué originó esa situación o cuál fue el consecutivo que llevó a la institución a ser parte de determinada alteración, interna o externa. Solo se promueven críticas a su servicio y compromiso con el país. Que saludables hubieran resultado esas evaluaciones para evitar nuevas tragedias en el interior de la estructura policial, que terminan deteriorando su imagen.
Nunca es tarde y por ello queremos aportar reflexiones sobre el momento. Los últimos directores de la policía han debido afrontar oleadas de acusaciones sobre corrupción en la filas y las purgas no se hacen esperar. Son recibidas con beneplácito por la sociedad, pero ¿dónde está hoy el problema? Permítanme recapacitar sobre un aspecto: ¡la incorporación!, tema de constante preocupación institucional y reforzado como el que más, por ser piedra angular del servicio. Los protocolos de entrada están establecidos, probados y ajustados, demandando un nivel de exigencia en los candidatos más que superior, pero para infortunio policial los últimos gobiernos se apoyaron en la institución buscando cumplir las demandas ciudadanas de seguridad y sin calcularlo, ordenaron incrementar la plata de personal con urgencia para atender el cubrimiento, en efectivos, que el gobierno se había comprometido enviar a especificadas regiones. Esa determinación que golpeó el andamiaje de incorporación y violentó los parámetros establecidos, obligando por la premura y acoso del tiempo a debilitar en exigencia y requisitos, dando como resultado lo que hoy vivimos: hombres vestidos de uniforme pero con el corazón ausente del servicio y unidades que piensan más en su interés personal que en el bienestar de la sociedad a la que se deben. La exigencia se redujo y con ella los requisitos. Terminamos aceptando tabiques desviados, visión disminuida y moral retorcida. ¡Que quede la experiencia!