Eduardo Pizarro introdujo un criterio interesante en su obra Cambiar el Futuro. Historia de los procesos de paz en Colombia (1981-2016) (Debate, Penguin Random House, Colombia, 2017): analizar las gestiones presidenciales a partir de Julio César Turbay. Se ha comentado lo relativo a los ex presidentes Turbay, Belisario Betancur y Virgilio Barco y el turno le corresponde a César Gaviria. Antes de exponer los conceptos de Pizarro, permita el lector se informe que se indicarán simultáneamente sus opiniones y las personales.
Llama la atención en Gaviria su prolongada trayectoria política, pues fue presidente de la República durante el período 1990-1994; Pizarro señala que triunfó en las elecciones por un margen estrecho y este aspecto es comparable a lo sucedido con Turbay, cuya gestión cubrió 1978-82, y Pizarro cree que pudo vencer su contendor, Álvaro Gómez, si el conservatismo no estuviera dividido en el momento. Hoy, en 2018, Gaviria es director único del partido liberal, pese a la reducida votación registrada en las pasadas elecciones presidenciales, no se prevé su renuncia al cargo y ha estado vigente, en primera línea, alrededor de treinta años. Enfrenta una crisis interna consistente en la anunciada desvinculación a su partido de un grupo significativo de dirigentes, aunque no luce numeroso, y sería pertinente resolver la situación a través, por ejemplo, del diálogo.
Aspectos importantes de su trayectoria serían los siguientes: el triunfo y ejercicio presidencial, la convocatoria y concreción de la reforma constitucional de 1991, desempeño de cargos internacionales, la jefatura de su partido y, desde luego, en la actualidad, se resalta su aporte a la consecución de la paz en nuestro país durante su mandato presidencial. Pizarro destaca los procesos relativos al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Ejército Popular de Liberación (EPL), Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL) y la Corriente de Renovación Socialista (CRS). Gaviria complementó lo realizado por Virgilio Barco con el Movimiento 19 de Abril (M-19), es decir, hubo continuidad de esfuerzos, metodología y equipo y Pizarro destaca este aspecto, puesto que se caracterizaba por los cambios permanentes con cada presidente de la República y lo considera un avance notable y decisivo.
Podría pensarse, y seguramente será objeto de controversia y desacuerdo, que el mérito principal en la búsqueda de la paz le corresponde a Juan Manuel Santos, pese a la justa calificación de imperfecta asignada, a sus logros, por Francisco de Roux, y siguen Virgilio Barco, César Gaviria y Belisario Betancur. Quien escribe es consciente de no haberse resuelto, en forma definitiva y satisfactoria, lo relativo a la paz y falta mucho por hacer.