No justicia, no paz
Un aspirante a policía tiene al borde de desmanes, entre raciales y justicieros a los habitantes de los Estados Unidos. George Zimmerman, ciudadano blanco de la Florida, quería, desde muy niño, ser policía, o enrolarse en un cuerpo armado para imponer autoridad.
Participaba en reuniones de vecinos de su barriada y recomendaba conformar grupos de vigilantes que aplicaran seguridad y orden, es decir, que suplieran a la policía, en vista de que esta poco hacía por ellos. Varios asaltos y desmanes se registraban, por acción de criminales y pandilleros negros.
Zimmerman, fanático vigilante, se convirtió en una especie de sheriff en su suburbio. Era un autoritario con dedo alegre y nervioso en el gatillo de su pistola. Su delirio era asechar a todos los transeúntes sospechosos, especialmente si eran negros. Estos grupos de vigilantes, son usuales en localidades norteamericanas, costumbre heredada del lejano oeste, donde los vaqueros tenían que perseguir forajidos, ante la carencia de autoridades.
Una lluviosa noche, un joven negro de fuerte contextura, regresaba tranquilamente a su hogar, tras comprar un té helado en una tienda del sector. Cubría su cabeza con un gorro, para guarecerse del agua. La poca iluminación sembraba de sospechas el ambiente. Zimmerman con su elevado complejo de sheriff, consideró que el joven Trayvon Martin era un maleante y sigilosamente emprendió su persecución. Sin más autoridad, que su pistola, lo enfrentó. Martin opuso resistencia. Vino una lucha cuerpo a cuerpo, que iba ganando el inerme muchacho. Esa inferioridad, obligó al vigilante nocturno a usar su arma para asesinarlo, amparándose en la defensa propia.
En un agotador juicio que se transmitió en vivo por toda la televisión, un jurado integrado por seis mujeres blancas, lo declaró inocente. ¿Solidaridad racial?
Con airadas protestas una sociedad ultrajada por el fallo expresa su inconformidad, con carteles que dicen “no justicia, no paz”. Hay disturbios y malestar. Piden a la justicia federal investigar más a fondo y eliminar la norma de defensa propia, mientras el juez ordena devolver la pistola al homicida, que dice estar amenazado. Martin en la tumba, mientras el armado vigilante nocturno, recorrerá libre y feliz las calles de su barriada. ¡No justicia, No paz! ¿Tendremos en Colombia justicia para la paz?
Blanco. La sentencia de Santos: “no soy títere de nadie”.
Negro. Los insultos de Minsalud a Gossaín por sus denuncias. Nadie puede negar que somos campeones mundiales en precios de medicamentos.