Prensa oficialista
El tema de Teleantioquia nos puede servir para hacer un análisis a fondo sobre el grado de libertad de expresión que tenemos en Colombia y si los medios oficiales pueden hacer gala de ella.
Juan Pablo Barrientos fue una víctima más de lo que ha acontecido en otras oportunidades, y muchos años antes de que los diputados antioqueños aplicaran la censura, con el beneplácito de una gerente y un gobernador. En la década de los 70 existió en Inravisión un informativo llamado Telenoticias, creado por el Gobierno para defender su obra. Alfonso Castellanos, quien era su director y un grupo de periodistas que allí laborábamos, caímos en la misma ingenuidad de Barrientos y creímos que se podía ejercer la profesión libremente. A la primera “descachada” con una noticia no muy buena para el Gobierno, tuvimos que anticiparnos a Barrientos. Ese día entendí que los medios no son libres y que difícilmente se puede ejercer la libertad de prensa.
Desde hace años el Estado otorga licencias para programar noticieros y para entregar canales de televisión y frecuencias de radio, para pagar favores políticos y económicos. Es difícil investigar y publicar ciertas informaciones que se salgan de la conveniencia del de turno. Los dueños de ciertos medios, no creo que permitan que en sus canales, frecuencias radiales o páginas de medios escritos que han comprado, aparezca nada que pueda afectar sus intereses.
Gobernadores y alcaldes han creado informativos en los canales regionales, que carecen de libertad para análisis e investigación. Con el firme propósito de ejercer dignamente su profesión, llegan colegas que ingenuamente consideran, como Barrientos, el Castellanos de esta época, que eso puede lograrse. Creen que el jefe de turno respeta el derecho que tiene la comunidad a informarse libre, leal y oportunamente. Ese anhelo de quijotes comunicadores es imposible, porque como lo dice el editorial de El Nuevo Siglo, “no es tarea sencilla ir al fondo de la cuestión, cuando el sector oficial es dueño del medio”.
A todo esto se suman los falsos periodistas espías que gobernantes y políticos infiltran, para garantizar la obsecuencia, o anatematizar a los infractores. Esos medios oficiales deben acabarse, o usarse como divulgadores de boletines.
Blanco. El tercer lugar que ganó Colombia en la Clasificación de la FIFA. Por encima de Argentina y Brasil.
Negro. Los Twitter de Uribe sobre inseguridad, que derrotaron a Medellín como sede de los Olímpicos juveniles. No hay derecho.