Las brechas en el fútbol siguen creciendo. Y la televisión tiene mucho que ver. Mientras que las competiciones en Europa se venden por billones de dólares, en nuestro hemisferio hasta ahora estamos entendiendo cómo es que funcionan los contenidos en vivo y sobre todo cómo se pueden aprovechar desde el punto de vista de la competencia.
El tema en nuestro continente está dominado por Brasil. Cuando se habla del poderío deportivo de los equipos brasileños, que están arrasando en las competencias continentales en los últimos cinco años, tenemos que hablar de la forma cómo este mercado maneja los derechos de transmisión de los partidos en vivo -la joya de la corona-.
Los equipos brasileños de primera división están transformándose en sociedades anónimas. Empresas de lucros máximos que hasta cotizan en bolsa. Estos equipos/empresas han empezado a cuestionar la forma centralizada en que se manejan los derechos de transmisión. ¿Cómo funcionaba el modelo? Antes, la Confederación de Futbol Brasileño (CBF) centralizaba, negociaba y repartía de acuerdo con sus intereses.
Ahora ¿cómo es el asunto? Poco a poco los equipos se han independizado y han comenzado a comercializar los derechos de transmisión por su propia cuenta. Un modelo muy similar a lo que pasa en México. Por supuesto, con sus matices y con sus discusiones. El caso es que podemos decir que una buena parte de la explicación sobre el rotundo dominio del fútbol brasileño tiene que ver con la forma como venden sus contenidos en vivo.
¿Qué está pasando con los otros países y particularmente en Colombia? Básicamente, los demás países sudamericanos todavía manejan un modelo vetusto y señorial para manejar los derechos de televisión: uno o máximo dos canales tienen la exclusividad para mostrar todos los partidos. Y, aunque las cifras no son despreciables, cada confederación dispone de la negociación y de la repartición del dinero que entra por concepto de televisión.
El problema de este añejado modelo es que se recibe menos de lo que se podría recibir si cada equipo negocia por su cuenta y se reparte supremamente mal los recursos que ingresan. Por ejemplo, en Colombia, aunque que existe una suerte de ranking se puede decir que, proporcionalmente, un Nacional o Millonarios recibe cifras similares a las que recibe un Pereira o Bucaramanga.
Y ¿por qué esta repartición democrática está mal, si apelaría a una equivalencia? Pues porque en el fútbol siempre habrá equipos grandes y equipos chicos. Y eso no determinado desde un estándar pasional de hincha, no. Esto determinado por cantidad de público que estaría dispuesta a pagar por ver los partidos de unos equipos y otros.
Entonces, mientras que no haya una restructuración real, transparente y honesta en la forma cómo se vende el producto fútbol colombiano, estamos condenados a ver equipos cada vez más malos, estadios cada vez más vacíos y haciendo ridículos a nivel internacional.