Tanto odio
¿Qué se debe tener en la cabeza para acabar con la vida de alguien solo porque salió a la calle con la camiseta del equipo rival al de uno? Nada, tal vez un poco de aire para amortiguar el eco, pero en esencia sólo estamos frente a un gran recipiente hueco y hermético donde no hay cabida ni siquiera para el sentido común. Una contingencia que dejó tres muertos en tres días para un gran total de un cadáver diario por cuenta del fútbol, todos por la misma ridícula razón, una cifra escandalosa en un país que no cansado de darse plomo en la selva se da puñal en la calle. Descarado sería tratar estos episodios como casos aislados, hay que reconocer que esto va más allá, entramos en una tendencia macabra.
“O cambiamos el fútbol o se nos acaba el fútbol”, este fue el caballito de batalla sobre el cual cabalgó el Presidente a finales de 2010 para que el Mundial Sub-20 que organizó nuestros país el año siguiente dejara una cultura deportiva que tuviera resonancia luego de jugado el último encuentro. Pero parece que tan firme determinación fue sólo flor de un día, ya que en estos momentos cuando los estadios requieren de decisiones contundentes que devuelvan la seguridad a las tribunas y sus alrededores, poco ha sido lo que se ha logrado distinto de una recompensa allí por la captura de un homicida allá. La identificación biométrica en las entradas y controles más exhaustivos hacen falta para que este espectáculo retome su ambiente familiar, como en cualquier país civilizado.
Un análisis más profundo nos permite ver que la ira desatada cada vez que rueda la pelota no es el cuadro clínico completo de la patología, sino sólo el síntoma tempranero de una enfermedad mucho más grave. Hay odio en el aire, lo respiramos todos los días y no sólo en el fútbol, aunque no se puede negar que en éste es un poco más palpable por todas las reacciones irracionales que puede generar en las personas, a veces con la anuencia misma de los jugadores. Nuestro país está enfermo de un tiempo para acá, la intolerancia se nos inyecta por galones con cada emisión de noticiero que destila veneno entre nota y nota, con cada trino rabioso de político contra algún opositor, con cada reality show de tres pesos que ponen en el horario triple A.
La gente está sedienta de sangre y morbo, quieren su dosis personal diaria de corrosión en el alma que les haga sentir vivos, así sea contra un personaje público, una canción, una idea o un país, lo que se atraviese sirve para no caer en la abstinencia. Tanto odio va a terminar por acabarnos unos a otros.
Obiter Dictum.Vargas Lleras nunca ha estado interesado en ser el Plan B de nadie, esos roles de segundón no le llaman la atención, por mucho aceptará ser el Plan A prima de Santos, si no es que se la juega en solitario.
@FuadChacon