Llegado ese momento
Pertenezco a ese nada despreciable porcentaje que mira con escepticismo cada uno de los entrapados avances que se dan en La Habana alrededor del ya de por sí bastante enredado proceso de paz. Vamos a cumplir un año de estar facturando viáticos y hasta el momento ninguna alocución presidencial nos ha logrado convencer de que la firma inminente de un documento que ponga fin a décadas de violencia esté a la vista en el horizonte cercano. Todo lo contrario, cada vez se consolida más esa tendencia de “optimismo moderado” que no es más que el eufemismo amortiguador para el “pesimismo oportunista”, donde con una mano cruzamos los dedos para que la mesa de diálogos no salte en astillas, mientras con la otra estamos listos para cantar victoria con un “se los dije” si llegase a ocurrir.
Pero hagamos un ejercicio de constricción mental y por un instante digamos que todo sale de acuerdo con las cuentas del ábaco presidencial. En ese entendido, durante los próximos meses que faltan hasta que se expire el último aliento de este año, todos los puntos que faltan por acordar en Cuba se ven diligentemente acordados, los congresistas desempolvan el pasaporte mientras Roy Barreras pone en práctica su doctorado en lobby y otras artes oscuras, y en general el túnel de la paz comienza a tener tenues fogonazos de luz. Finalmente encendemos el televisor una buena mañana de diciembre y vemos la imperturbable expresión de Humberto de la Calle junto a Iván Márquez haciendo el gran anuncio que Colombia espera. Se dan golpes de rúbrica en vivo y en directo, aplausos por doquier, Santos dispara su popularidad y se declara día cívico.
Entonces comienza la frenética campaña desde las arcas estatales para que salga victorioso en las urnas el referendo que va a refrendarlo todo. Seis meses a todo vapor donde los máximos líderes de la guerrilla recorren el país señalando las bondades de silenciar los fusiles e invitando a la gente a que los apoyen a la hora de enfrentarse a esta trascendental decisión. Uribe con su Corte Pretoriana se va lanza en ristre contra la iniciativa, marca récord de trinos enviados en un día y Twitter le bloquea temporalmente la cuenta por creer que se tratan de spam. El país se polariza entre un monocromático SÍ y NO que por meses divide a la opinión pública, a los columnistas, a los medios, a Colombia.
Ahí es donde entra usted, amigo lector. Cuando en aquel domingo se levante a votar para cambiar o mantener al Presidente y de paso le hagan entrega de un inesperado tarjetón donde habrá de librarse la siguiente batalla. Usted tendrá que sopesar en la intimidad del cubículo de la Registraduría lo que está dispuesto a entregar para alcanzar el fin del conflicto. ¿Curules directas en el Congreso? ¿Régimen carcelario especial? ¿Juzgamiento selectivo de delitos? Hoy muchos votaríamos por el NO, pero llegado ese momento en el que la paz se ve tan cerca, el pulso y las piernas empezarán nostálgicamente a temblar. Ahora piénselo, ¿usted qué hará?
@FuadChacon