El Presidente no existe
Ese siempre ha sido el pecado del Presidente, la soberbia, esa obstinación de no mostrar debilidades aparentes y siempre tener la última palabra en todas las discusiones. Esto lo ha llevado a dispararse en el pie durante varias oportunidades con frases que suelta al aire, las cuales luego trata de atrapar infructuosamente pues ya están volando demasiado alto para cuando se da cuenta del error que ha cometido. Por eso su máxima “El tal paro nacional agrario no existe” de esta semana pasará al hall de la fama de las frases inmarcesibles de Colombia, junto con “Es como perfumar un bollo”, “Eso es excremental” y otras brillantes lucubraciones de algunos políticos que dejaron la lengua suelta sin bozal y hoy están pagando en las redes sociales su impertinencia.
Todo un desatino que vino en combo con su expresión de brazos abiertos y rostro de perplejidad, como quien trata de decir “No sé de qué me están hablando”, que con toda razón indignó a un gran porcentaje de la opinión pública, y me incluyo, porque de las múltiples estrategias que pueden existir para encarar una crisis como esta, la menos recomendable es fingir que nada pasa. Siempre pueden bajarle el tono a la discusión con un parte de tranquilidad o mentirnos diciendo que todo está bajo control, pero no nos vengan con que el bloqueo de carreteras y el desabastecimiento de alimentos es una alucinación colectiva porque eso es ofender nuestra inteligencia. Respetemos al electorado, por favor, señores.
Lo más gracioso del caso es que con su filosófica afirmación, el Presidente no sólo negó la existencia del paro, sino también la suya propia, pues un gobierno se legitima gracias a la elecciones democráticas, donde tanto los votos a favor como los en contra eligen a un ganador, y por ello si un día Santos decide borrar de un plumazo a un sector tan significativo que le critica, está desvirtuando el espaldarazo legal de la Constitución.
Pero fuera de lo técnico, lo que más coraje genera es la indiferencia con la que el ejecutivo ha tratado el tema, ya que está tan sórdidamente ensimismado buscando una incierta y tensa paz en La Habana que decidió relegar lo demás a un segundo plano. Está tan ansioso porque Timochenko firme un acuerdo a cualquier precio que le molesta que los medios lo increpen con unos cientos de campesinos inconformes que lo distraen de su obsesión.
Finalmente, son preocupantes los excesos documentados del Esmad, independientemente de la proporción de los desmanes ellos no pueden olvidar que la ley les delimita su campo de juego y fuera de él ya están delinquiendo. Es triste, además, que por lo visto en Colombia quien tiene el mazo más grande no entiende la responsabilidad que ese poder acarrea. El monopolio de la fuerza es una potestad demasiado jugosa que puede salirse de madre muy fácilmente.
En resumen, la semana pasada fue negra para el país, ya que nos mostró en alta definición que podemos tocar fondo y seguirnos hundiendo.
@FuadChacon