Limpiarse las rodillas
El fuerte de nuestro Presidente en los 3 años que lleva frente a las riendas del brioso caballo que es este país nunca ha sido el ganar enemigos. O bueno, tal vez sí, pero no intencionalmente. Su estilo es muy divergente al que veníamos acostumbrados con Uribe, quien era más directo y menos diplomático, aunque más contundente y con varios kilómetros de carácter extra comparado con su sucesor. Uno y otro método para apagar incendios son eficientes, pero deben intercalarse entre sí para no pecar por defecto ni mucho menos por exceso, todo dependerá entonces de quién sea el pirómano que inició la conflagración.
Y entonces viene la gran pregunta: ¿qué táctica elegir con Venezuela? Pues lo sucedido esta semana deja claro que a Maduro no le temblará la mano para amenazar a Santos con todos los sartenes que tiene por el mango para someter a nuestro Gobierno. Primero, La Habana, para nadie es un secreto que la cercanía que tenía Chávez con las Farc les generaba cierta confianza que poco o mucho ayudó a sentar a la guerrilla para negociar. Teme el Presidente que una rencilla con Maduro pueda dar lugar a un cataclismo que haga escombros la mesa de diálogo y dé al traste con el costo político que ha tenido que pagar por su experimento pacificador.
Segundo, la economía, aunque ya tengamos doctorado en cierre de fronteras con todo lo que vivimos en el turbio bromance entre Uribe y Chávez, Santos entiende que si el puente Simón Bolívar es bloqueado muchas ciudades limítrofes como Cúcuta y Arauca se verían en dificultades que lógicamente le pasarían factura después en su popularidad.
Tercero, su posición como líder en Latinoamérica, pues en el imaginario del Presidente un altercado con Maduro lo expondría a ser tachado por el resto del continente como hostil y poco conciliador.
Pero ninguna de estas tres variables puede ser aliciente suficiente para permitir que Venezuela y su tromba de lunáticos pase por encima de nuestra soberanía. Santos es autónomo de recibir a quien quiera en su despacho y así debió dejarlo claro frente a la opinión pública en el episodio Capriles, pero su obsesión por quedar bien con Dios y con el diablo se lo impidió nuevamente.
No hago un llamado a darse pechadas con Venezuela, sino a levantarse del suelo, limpiarse las rodillas y dejar la ridícula analogía de los nuevos mejores amigos, asumiendo una actitud de iguales que se exigen respeto mutuo. No queremos países compinches, sino una relación normal como la que tenemos con muchos otros vecinos de la región con los que no nos vamos a las manos, pero tampoco andamos de gancho alcahueteándoles todos sus disparates. Su compromiso es con Colombia, Presidente.
Obiter Dictum. No nos debería sorprender que el Procurador haya declinado investigar al senador Gerlein por sus odiosas declaraciones, ambos son púas del mismo cilicio. Lo preocupante es el antecedente creado, pues dará lugar a impunidad de delitos como la injuria o la calumnia argumentando la insulsa inmunidad parlamentaria.
@FuadChacon