Paraíso delictual
En Colombia siempre hay dos categorías de una misma cosa, una bifurcación paradójica que solamente tiene sentido en las mentes obtusas que buscan escindir a las malas un conglomerado para darles tratos distintos, de acuerdo con sus conveniencias. Así es como Monseñor Procurador ve dos tipos de ciudadanos, los heterosexuales y los homosexuales; la Presidencia ve dos clases de inhabilidades morales para ser Magistrado, las del Dr. Rojas, que son fruslerías sin importancia, y las de los demás; y ahora también tenemos dos especies de criminales, los de cuello blanco y los que se ensucian las manos.
Los famosísimos primos Nule forman parte de esta última clasificación y son la patética demostración de porqué en nuestro país el crimen organizado de tipo empresarial sí paga y muy bien. La cifra astronómica que se robaron estos Napoleones de la corrupción es tan absurda que en cierto punto se empieza a perder la dimensión del valor total por la cantidad de ceros que tiene ¿Y dónde están ahora? Disfrutando las comodidades de la vida después de la estafa, con un proceso que avanza a la misma velocidad con la que crece el prado, mientras la Fiscalía espera que en un arrebato de honradez den los nombres que necesitan para su investigación.
Pero eso nunca va a suceder, ¿por qué? Primero porque esa estirpe de empresarios como los Nule tienen demasiadas capas de corrupción inherentes encima para sufrir una conversión repentina y, segundo, porque no es rentable. Mejor les va pagando una pena irrisoria que seguramente reducirán a su mínima proporción a punta de aprendizaje, trabajo en la cocina o cultivo de hortalizas en La Picota, luego de lo cual saldrán a desenterrar las guacas donde tienen todo nuestro dinero y disfrutarán de los placeres que sólo una justicia débil e incompetente como la nuestra puede darles.
La ley colombiana no está preparada para afrontar la criminalidad financiera del siglo XXI, quizás porque siempre subestimamos nuestra propia maldad y creímos que no sería posible un robo contractual de tales proporciones, quizás porque pensamos que el principio de oportunidad nos ayudaría a desarticular los tenebrosos carteles empresariales y no concedería impunidad, como sucede actualmente. Sea cual sea la explicación, estamos rezagados y requerimos acciones contundentes para que estos delitos especializados no nos sigan quedando grandes.
Ellos son los nuevos atracadores de este milenio, los que usan un bolígrafo y un contrato como armas blancas para apuñalar las billeteras de todos con cada rúbrica. Hay que dejar de consentirlos con viajes a Cartagena para primeras comuniones y demás sinvergüencerías, de lo contrario nos convertiremos en un paraíso delictual donde sólo pagan los que no visten de Armani.
Obiter Dictum. Como bien lo dijimos hace semanas, la unión entre parejas del mismo sexo no tiene reversa y se acerca la hora cero para que estos vínculos se puedan formalizar en notaría. Entiendo que como estrategia la Iglesia amenace con el fuego eterno a los funcionarios públicos que las convaliden, pero cosificar a Dios como un escudo para los caprichos eclesiásticos es jugar sucio, señores del Episcopado.
@FuadChacon