FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Febrero de 2013

 

Congreso jurásico

Soy  joven, sí, pero no lo suficiente como para no recordar las antiguas trasmisiones televisivas de los noticieros en aquellos convulsionados años 90. Desde el sofá de mi sala fui un testigo anónimo e impasible de la realidad de un país que en aquel momento no lograba entender del todo, pero conservé en la retina varios rostros de políticos difuminados que décadas después he retocado, actualizando sus arrugas y sus canas, rotulándolos con un nombre y ubicándolos de izquierda a derecha en un espectrómetro según sus características ideológicas.

Hoy, para sorpresa mía, sigo viendo esos mismos personajes en los titulares del mediodía. Acaparan la atención de los medios con algún comentario que viaja en forma de dardo contra cualquier opositor, real o imaginario. Sus semblantes cansados por el trasnocho inherente a las campañas electorales y sus párpados caídos por el paso inclemente del tiempo son el reflejo de las promesas rotas de una época pasada donde su vitalidad aún les acompañaba y les valía el puesto de gamonales de las urnas en sus respectivos territorios.

Tal es el caso de los Serpas, los Gavirias y tantos otros apellidos empolvados en los anaqueles de la historia política de Colombia que actualmente empiezan a sonar con fuerza para encabezar las listas al Senado de la República. Un regreso improvisado y desesperado que desnuda la única y vulnerable verdad de nuestra democracia: el relevo electoral generacional, a pesar de necesario y apremiante para una política colombiana cansada de repetir un frustrante teatro con los mismos actores, fracasó.

Los partidos están en crisis de caras frescas, porque nunca las buscaron o porque dejaron ir a las que tenían, y por eso echan mano de sus últimas reservas, tratando de raspar lo que quede en la olla electoral donde antaño se coció a fuego lento su caudal de votos. Les vuelven a poner el trapo al hombro a los veteranos de sus filas y los lanzan a la plaza pública para gritar las patéticas arengas que hace 20 años también les escuchamos en cualquier pueblo perdido. “Que la paz”, “que el trabajo”, “que la economía”, un guión trillado y desabrido que todos memorizamos.

Cada nuevo noticiero del mediodía es una máquina del tiempo que me transporta a mi sofá de los años 90, la diferencia con los rostros que vi en aquel entonces es que esta vez sé quiénes son y por ello juro nunca darles mi voto. Retírense con dignidad y por respeto a los colombianos, dejen de aferrarse a sus cenizas y entiendan que este ya no es su momento.

No resucitemos dinosaurios con ADN extraído de un mosquito atrapado en ámbar, de lo contrario sufriremos los vaivenes de un Congreso jurásico y todos sabemos cómo se pusieron de feas las cosas en aquella película de Steven Spielberg.

Obicter Dictum. Aplaudo y recibo como propia la condena de 44 años contra el asesino de Juan Guillermo Gómez, por esporádicos chispazos de esperanza como estos es que a veces creo que a la Justicia aún le queda saldo entre tantos descalabros.

fuad.chacon@hotmail.com

@FuadChacon