Waterloo bolivariano
Ese es el problema real del poder, contagia el cerebro con el germen de la inmortalidad falaz. Cada nueva elección que se gana refuerza el espejismo de haber sido bendecido por los dioses para llevar a cabo una misión que trasciende la vida de su propio emisario. Hugo Chávez tuvo muchas dosis de este malsano elíxir y por ello empezó a dudar de su trémula humanidad, infortunadamente olvidó que no hay mayor prueba de fungibilidad que la transmitida por la cercanía inminente de la muerte.
Y es así como la gélida respiración de la parca en su nuca le convirtió en el más católico de los ateos. Hoy cada mitad de nuestra fraterna Venezuela empezó un polarizado mano a mano de veladoras y rezos para ver a cuál de las dos se le materializa el milagro. Unos buscando evitar su presencia prolongada y otros prolongar su ausencia inevitable.
Chávez está peleando sin cuartel la única guerra que nunca nadie a la larga podrá ganar, la guerra contra su último latido. Ha sobrevivido a batallas anteriores, pero viéndose acorralado y reducido por un mal que le supera en número ha decidido nombrar a un ungido, algo que se traduce como una rendición anticipada, evidencia de que su suerte no depende más de él. Casi se sintió como una despedida.
Esta última reverencia del coronel nos plantea el incierto panorama de un chavismo sin Chávez. Abre un abanico de futuras preguntas para nuestros vecinos, las mismas que por afectar a Colombia nos interesa responder también, pues la potencial tormenta política que acecha a Venezuela, en el encarnizado rifirrafe por la Presidencia póstuma, puede tener efectos colaterales altamente nocivos para nuestro país.
¿Tendrá razón el presidente Santos cuando dice que Chávez es un “factor de estabilidad”? Lo dudo mucho, no sólo porque la atmósfera de poder popular que envuelve a su gobierno desborda megalomanía a cántaros, sino también porque la coherencia de discurso nunca ha demostrado ser su punto fuerte. Le recuerdo Presidente que Chávez hace unos años también se abrazaba con Uribe en las fotos y ya sabe usted cómo terminaron mostrándose los dientes mientras se amenazaban mutuamente con tanques en la frontera.
Por ahora sólo queda esperar y prepararnos para el suspiro final de este polémico personaje, quien, quiérase o no, pasará a la historia de Latinoamérica como un líder que despertaba tantos odios como amores. Un caudillo chovinista que se sentía la encarnación de Simón Bolívar, pero tenía delirios de Napoleón y como tal recibió por parte del destino su Waterloo bolivariano personalizado.
Una mañana Hugo Chávez no estará, puede que sea hoy o en 40 años, llegado ese día que la Providencia acompañe al pueblo venezolano en la imperiosa y convulsionada transición. Quizás esta sea la segunda independencia que se merecen desde el 2 de febrero de 1999.
Obiter Dictum. No se me ocurre nada más antidemocrático que el descarado “pupitrazo” como método para aprobar leyes. ¿En qué parte de la Constitución dice que se puede legislar a punta de manotazos como viles primates?
@FuadChacon