LEY NO TIENE HORARIO
El calendario de los antiguos romanos albergaba dos distintos tipos de días. Por un lado estaban los fasti, marcados con una F, que eran la norma general de la cotidianidad, en ellos se podía seguir con la rutina sin mayor exabrupto. Por el otro estaban los nefasti, marcados con una N, cuyo carácter excepcional surgía debido a la particular situación de que en ellos la administración de justicia no operaba, pues bien recientemente al país le han tocado un par de estos y vaya que sí han sido nefastos.
Este tire y afloje de poderes posee varias verdades irrefutables entremezcladas, las cuales deben analizarse en conjunto para abarcar una percepción objetiva del problema.
La primera es una afirmación a pie juntillas que cualquiera tiene clara: en Colombia la justicia trabaja con las uñas. No sólo estoy hablando del evidente desequilibrio en materia salarial entre los orondos magistrados de las altas cortes, complementado con sus jugosas y nada despreciables pensiones, obviamente, y los jueces rasos municipales que trabajan 10 veces más y ganan de 6 a 7 veces menos.
No hago referencia a las precarias instalaciones con las que cuenta el país. Solo hay que dar un rápido tour por los juzgados principales de cada ciudad para ver que son edificios paupérrimos con salas que eventualmente se vendrán a tierra en un inminente futuro.
El segundo punto de vista es doblemente lógico e indignante: ¿en cuál país serio y decente la justicia entra en paro? Estamos hablando de una función inherente al Estado mismo que no puede detenerse por caprichos y egoísmos de Asonal. El compromiso de los jueces es con la gente, gente que paradójicamente es la única afectada cuando los togados deciden hacer huelga. La ley no puede darse el lujo de tener horario porque los problemas tampoco lo tienen.
Los confesos homicidas de Juan Guillermo Gómez, compañero de colegio asesinado en el norte de Bogotá por un celular, han salido libres por vencimiento de términos, convirtiéndose así en el primer vestigio de la canalla estela bochornosa que estos días nefastos nos dejan. Si bien los detentadores de la justicia en Colombia cuentan con razones de sobra para manifestarse por el abandono en que les tienen, no es el paro la forma de hacerlo. No sólo por las inútiles pérdidas multimillonarias sino también porque la justicia colombiana ya de por sí es ciega y coja, volverla paralítica sería la estocada final.
Obiter Dictum. En menos de una semana un bus articulado se parte a la mitad luego de ser chocado y un transeúnte queda colgado de un puente peatonal tras caer por un hueco. El común denominador es Transmilenio, lo cual demuestra un sistema que no solo colapsa en su servicio, sino también en su planta física y que requiere una reingeniería de emergencia en todas las ciudades donde se le haya emulado.
@FuadChacon