Los espectros procesales
El diseño de la justicia es el mismo en todo el planeta. Primero contamos con una lista de acciones que consideramos inaceptables y por ello las hemos prohibido, a éstas se les llama delitos. No son estáticos, sino que mutan en el tiempo, así pues siempre estamos propensos a que aparezcan nuevos, como los disparos al aire, o desaparezca alguno existente, como la despenalización del aborto. Adicionalmente, hay dos partes: el presunto criminal con su defensa y el Estado representado en el fiscal como redentor de las víctimas. Pareciera un enfrentamiento desigual, donde la mano de hierro de todo un país se pone al servicio de la justicia para hacer pagar a alguien las consecuencias de sus actos, pero funciona y es lo que tenemos.
Aunque el procedimiento varía de nación a nación, esta arquitectura jurídica requerirá en cualquier caso que los dos contendores estén presentes en la mesa, uno para atacar y tratar de demostrar la culpabilidad, mientras el otro alega su inocencia o simplemente elude los señalamientos hasta que no haya pruebas contundentes en su contra. Este delicado equilibrio se ve trastocado irremediablemente cuando la parte acusada simplemente decide no acudir al proceso y desaparece de la geografía para evadir el actuar de la administración de justicia. Una moda que comienza a imponerse en Colombia y para la cual parece que nuestro ordenamiento normativo no está preparado para hacerle frente.
Cada tanto un nuevo titular de una fuga cinematográfica embarga los medios de comunicación. El político de turno involucrado en alguna investigación penal tiene las de ganar una vez llega al aeropuerto Eldorado, pues mientras su avión levanta vuelo y abandona la jurisdicción nacional puede tener la plena certeza de que ya ganó su caso. Con menos de una veintena de tratados de extradición firmados por Colombia, el mundo entero es un pajar en el cual esconderse y jugar a “¿Dónde está Wally?” parece más rentable. Hoy por hoy un tiquete de dos o tres millones de pesos a cualquier paraje olvidado es la sentencia de libertad más efectiva que un implicado tiene a su alcance.
Tristemente, las herramientas para impedir estas burlas existen en los textos jurídicos, y son tan drásticas como la imposibilidad de salir del país que debe hacerse exigible de la mano de la reformada Migración Colombia, pero su efectividad encuentra taras y delaciones una vez que abandona la teoría y tiene que trasladarse al campo de lo práctico.
Por la recuperación de la maltrecha fe en nuestro sistema punitivo, urge ponerle coto a los espectros procesales que terminan siendo juzgados como fantasmas y recuerdos que nunca volverán, de lo contrario la nueva justicia será dictada por las compras de vuelos sin retorno con un clic del ratón en las webs de las aerolíneas.
Obiter Dictum.Colombia quedó pasmada con el tenebroso relato del suicidio de Sergio Urrego, revelado por El Espectador, producto de la discriminación de las directivas de su colegio por su orientación sexual. Paz en su tumba y justicia en su caso.
@FuadChacon