FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Jueves, 28 de Noviembre de 2013

El amor es como la guerra

 

Por lo general sucede así, hay dos partes en conflicto que se necesitan mutuamente. De un lado está quien siempre acata la ley y ata su vida al cumplimiento irrestricto de las normas, mientras en el otro está su agente del caos, esa persona que le imprime anarquía a su sistema binario. Ambos tan diferentes como complejos, aunque entre ambos se puedan cartografiar océanos de diferencias siempre hallarán puertos seguros comunes donde logren descansar y avanzar en un entendimiento de ambos, pues sin el uno el otro nunca podrá vivir en paz, de lo contrario entonces estarán condenados a vivir sumergidos en las aguas trémulas del desacuerdo, de la confrontación, del silencio y del olvido. 

Ninguna negociación es fácil, ni en el amor ni en la guerra, porque nunca dejará de palpitar entre los involucrados aquellos miedos cabalgantes al fracaso, atizados por las experiencias del ayer donde todo voló en astillas en el momento menos esperado. Con la esperanza manchada de temor y los corazones compungidos por tantas cicatrices que no siempre han cerrado del todo, intentarlo una y otra vez es el más noble de los propósitos.

Es un proceso de corolarios casi quirúrgicos, pues sentar a la mesa dos entes con intereses tan divergentes implicará una cesión clara de parte y parte, pero al final no deberán buscarse perdedores, pues ambos habrán ganado la oportunidad de cesar las hostilidades y tratar de convivir, empujando ahora hacia un objetivo común. Habrá que tragarse muchos sapos y vendrán días donde querremos nunca haber dado el paso definitivo, pero la gracia radica en no desfallecer, en saber que los propósitos superiores que nos impulsan son mayores que los fantasmas del fin que nos acechan.

Tomar la decisión es cuestión de valentía, pues sólo hay dos opciones posibles: apostarle al futuro con la convicción de trabajar en equipo o seguir entre el ruido sórdido de dos partes alejadas que se tratan de aniquilar, cuando el destino dicta que los días de prosperidad sólo llegarán cuando se den la mano y decidan caminar juntos.

Hay conflictos y amores que duran 60 años sin decidirse, esperando el momento adecuado que tarde o temprano habrá de llegar, aunque a veces nos aterre fallar de nuevo y por eso nos neguemos a reconocerlo cuando estamos en él. Con lo visto estos días, quizás ese instante ya llegó y mal haríamos en dejarlo pasar, porque aguardando por estar preparados quizá no logremos ver que hace rato lo estamos.

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