Avanza el Papa Francisco, en el Cap. VIII de la Exhortación, titulado “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”. Trata, allí, ampliamente, un tema que exige gran atención como es el relacionado con el discernimiento de las situaciones llamadas “irregulares” (nn.296 a 301).
Advierte, ante todo, que es por “fragilidad o imperfección”, ante las cuales se dan “dos lógicas” en la historia de la Iglesia, “marginar y reintegrar”, pero que deben adelantarse en “el camino de Jesús”, de la misericordia y de la integración”. Como principio afirma que “el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre”, a quienes piden con corazón sincero la misericordia de Dios”, porque “la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita”. De allí que “se deban evitar los juicios que no tengan en cuenta la complejidad de las diversas situaciones” (n. 297).
El contenido del denso numeral inicial (296), es la base de los siguientes, del 297 al 303. Punto firme, advertido por el Papa, es el de la situación de que “si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuere parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis ni predicar, pues, en ese sentido, hay algo que lo separa de la comunidad” (Mt. 18-17). Quien se haya comprometido así, necesita volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión”. Además, es claro, el Papa, en cuanto al deber no dejar no dejar tranquilos en ellas a quienes estén en “situaciones irregulares”, sino “revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas, y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene sobre ellos” (n. 297).
Teniendo en firme esos puntos, pasa a invitar, ya en el trato pastoral, al análisis concreto de las situaciones que pueden ser muy diferentes, por lo que pide no catalogarlos o encerrarlos “en afirmaciones demasiado rígidas, sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral”. Pone de presente algunas circunstancias “irregulares” en las que las parejas que tienen conocimiento de la irregularidad de su situación, pero por “gran dificultad para volver atrás, pues no sienten, en conciencia, que se cae en nuevas culpas”.
En esas circunstancias, la Iglesia mira los casos en donde de quienes están en situaciones irregulares, por motivos serios, como por atender la educación de sus hijos, “no pueden cumplir la obligación de la separación”. A la vez, hay casos de quienes hicieron grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio, a lo cual se suma que tengan conciencia de que ese matrimonio no había sido nunca válido. Para ellos está el recurso de acudir al Tribunal Ecco competente para presentar demanda de nulidad, y, si no se obtiene, aplicar lo señalado por Juan Pablo II en la “Familiaris Consortio” (n.84), o sea “la convivencia como hermanos”. Afirma, el Papa que esto “no es el ideal que el Evangelio propone”, por lo que, para aceptarlo, los Pastores ha de hacer “discernimiento bien de las situaciones” (n. 298).
En el numeral 299, el Papa Francisco, da con gran cuidado, su respuesta a consideraciones de muchos Padres Sinodales sobre el trato a los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente. Ante ello pide que sean más integrados en la comunidad cristiana, teniendo en cuenta, que, a pesar de ese hecho, pertenecen al Cuerpo de Cristo, la Iglesia, y por medio de acompañamiento pastoral, “puedan tener una experiencia feliz y fecunda”. Pone de presente lo expresado por varios Sinodales que en los bautizados que están en esa situación “El Espíritu Santo derrama dones y carismas para bien de todos”. Reclama participación, para ellos, en diferentes servicios eclesiales, que no se sientan simplemente no excomulgados sino que puedan vivir y madurar, como miembros de la Iglesia. (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón