Los recientes y dolorosos acontecimientos que presuntamente vinculan a tres ex presidentes de la Corte Suprema de Justicia con vergonzosos actos de corrupción han vuelto a poner de presente esa característica tan nacional del fetichismo legal, a la que ahora le pretenden adicionar la del académico.
Como se trata de ex magistrados de la más alta Corte supuestamente comprometidos en temas de dinero a cambio de fallos y antes se han conocido casos de otros magistrados y ex magistrados de otra alta Corte y de magistrados de Tribunal y de jueces y de fiscales, y de asesores y etcétera, etcétera, todos concluyen que el problema son los abogados.
Llegados a esa conclusión, entonces deciden que las soluciones son legales. Como aquélla pareja de novios que vive peleando y para solucionarlo deciden casarse. Ya que no cumplimos las leyes, creemos otras. Puro fetichismo legal. Y ahora académico, que el problema es de formación de los abogados, “que no les enseñan ética” dicen.
El problema no es de los abogados. Es de la sociedad. No creo que todos esos abogados que como jueces, magistrados o asesores particulares o litigantes han violado la ley de manera consciente y deliberada, hayan recibido una formación diferente en sus respectivas universidades de la de aquéllos compañeros de profesión que honran su ejercicio. Si todos han recibido la misma información académica, ¿por qué algunos se tuercen y otros no? ¿Lo académico hace la diferencia?
¿Alguien considera que Samuel Moreno y Álvaro Dávila recibieron en la Universidad del Rosario una instrucción diferente a la de los cientos de abogados de ese claustro que diariamente honran el legado de Caldas y Mutis? ¿O que Inocencio Meléndez recibió en la Universidad Autónoma clases de ética diferenciadas de las de sus compañeros de promoción o María del Pilar Hurtado en la Universidad de los Andes? No. De modo que su decisión de violar la ley fue estrictamente personal.
Pretender que una reforma constitucional o una reforma del pensum educativo de las facultades de derecho vayan a producir automáticamente mejores ciudadanos es un gran error. Hay que darse cuenta que el problema moral es una falla estructural de la sociedad colombiana. No afecta exclusivamente a los abogados, sino a todas las profesiones. Alberto Giraldo el enlace del cartel de Cali era periodista, por ejemplo.
Una sociedad que glorifica el poder del dinero por sobre todos los valores, probablemente no se da cuenta que desde los hogares está criando niños cuyo único propósito en la vida es ese. O tener poder, o esa belleza estrafalaria que construyen los cirujanos plásticos. No hay que olvidar que este es el país que eligió como presidente al candidato que para descalificar a su contendiente lo llamaba “Profesor”.
Pueden cambiar todos los pensum educativos, pero dudo mucho que alguno de todos esos pícaros haya dejado de serlo si en algún momento de su vida hubiera leído la ética de Aristóteles, o Justicia de Sandel, o a Martha Nussbaum, o al menos una columna del padre Francisco de Roux. Puede que hayan ido al mismo curso con uno, pero claramente son de otra clase.
@Quinternatte