BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD
El ADN de Evo
FRACASÓ en su intento de mantenerse en el poder el presidente de Bolivia, Juan Evo Morales Ayma, valiéndose de un referendo que proponía su reelección indefinida. El mal ejemplo cunde. Ahora, para suplir la frustración, se intenta lanzar la candidatura de su hija Eva Liz, propuesta recibida con entusiasmo por los seguidores serviles del mandatario. Por supuesto, semejante comedia no extraña en la política de este mundo de remedo democrático. La hegemonía de las “castas” no resulta curiosa en sistemas que apelando a la ignorancia del elector legitiman sus ambiciones monárquicas. Es el ejemplo de Keiko Sofía Fujimori Higuchi, la hija del dictador peruano, ahora candidata a la presidencia del país de los Incas, modelo copiado del kirchnerismo, movimiento que sigue la pauta señalada por la historia de las “Republicas Bananas”, en las cuales la farsa de la soberanía popular impera como una realidad del mundo de Macondo. Juan Domingo Perón, en la Argentina, confirmó esa tendencia y heredó el poder a su amante “Isabelita”, María Estela Martínez. Hillary, en EE.UU, hereda a su marido copiando a los Bush.
Esa propensión no es improvisada. El monopolio del poder por las “raleas”, más no por las estirpes, son gavillas que de ilustres nada tienen y ha sido tradicional en estos pueblos; el Libertador no tuvo escrúpulos al proponer en la Constitución Boliviana una presidencia vitalicia, fórmula acogida con entusiasmo por los “representantes del pueblo”, que si bien no se ejecutó porque el Padre de la Patria renunció a esa dignidad, al año siguiente de su designación, Andrés de Santa Cruz y Calahumana, uno de sus sucesores, luego del asesinato del Mariscal de Ayacucho, permaneció en el poder durante diez años, siendo este el “genoma” político que se ha trasmitido históricamente en estas naciones. Y qué decir de Porfirio Díaz, en México, y la dinastía del PRI, aún vigente. Otro modelo de prelaturas de hecho: la de los Gaviria, Galán, Lara, Turbay, Cárdenas, Pastrana, Santos, López, Lleras, Iragorri, Serpa, Cristo, Holguín, Valencia, Char, Trujillo, y tantos otros “personajes” herederos del espurio poder de sus antepasados.
Apropiarse del poder es un síntoma propio de quienes padecen el síndrome de Hubris, tara política que las masas aceptan sin discusión. Esta sucesión no solamente aplica a quienes detentan el poder económico, también es usual que los nietos, los hijos, los sobrinos, los bastardos y las amantes acaparen sus privilegios y transiten del sector privado al público y viceversa con toda “legitimidad”.
El fracaso de Evo no tiene origen en el repudio de la base al descrédito de la democracia, no, estas “islas con bandera”, mas no Republicas, responden a los estímulos de la propaganda política oportunista. Fue la abandonada amante, traficante de influencias, quien desató la reacción contra el referendo, pero nunca la conciencia política. En este mundo mentiroso el pueblo es inconciente, sino que lo diga Uribe.