FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 9 de Diciembre de 2015

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

La RAC

“Situación con el Caribe es una bomba de tiempo

 

 

EN los albores de la independencia el país se dividió entre centralistas y federalistas, disputa que dio pie para que el imperio intentara la reconquista. En 1819  se estableció un régimen unitario que fue reformado por la Constitución de Río Negro.  La centralización política impuesta en la reforma surgida del “plebiscito” convocado en el acuerdo dictatorial del 1ª de diciembre de 1885 confirmó la caducidad de la Carta de 1863, orgánica de los Estados Unidos de Colombia. De ahí en adelante, las provincias y departamentos se han dolido del centralismo.   

A estas alturas de la historia, la Región Autónoma Caribeña (RAC), ha expresado su inconformidad con el trato que el Gobierno Nacional le da y, principalmente,  a raíz de la crisis energética  y de miseria que padecen sus  habitantes. Esta es una “bomba de tiempo”, afirman dirigentes políticos de los departamentos implicados y algunos de los gobernadores y alcaldes recientemente elegidos. Situación que muchos atribuyen al centralismo. Esta reacción tiene su antecedente en la Junta de Cartagena, 1810, y la constitución de las “Provincias Unidas de la Nueva Granada.

Revisada la reforma de 1991 se encuentra que ese resentimiento regional no es nuevo. Si bien el señor Núñez ofreció en 1886 una descentralización administrativa, la verdad es que poco o nada se ha hecho al respecto. Tal vez por eso  la Carta vigente en sus artículos 306 y 307  habla de la organización de las regiones y el reconocimiento de su autonomía, una visión moderna de la estructura del Estado y que tiende a compensar los quebrantos políticos que la globalización viene infligiendo a las soberanías nacionales.

Estas inquietudes políticas que con exagerada timidez se exponen de vez en cuando,  parecieran advertirse en el lapsus que se trasmite como soluciones del pos conflicto, pensamientos que anidan una respuesta racional a los problemas de poder en la medida en que procurarían una más eficiente  democracia al permitir un mayor acercamiento del pueblo a su gobierno.

Desarrollar los mandatos constitucionales que permiten reconocer más autonomía a las regiones puede ser una inteligente solución a la inconformidad nacional. Es posible que sea esta una de las ideas in mente retenta que los grupos insurgentes intentan cuando proponen los “Territorios de Paz”, una forma equilibrada de sepultar el centralismo ancestral que tanto daño le ha hecho al país. Quizás sea por esto que algunos de los negociadores de La Habana se apresuran a condenar desde ahora cualquier intento que al respecto se tenga. Caeremos, a lo mejor, otra vez,  en la “Patria boba” de 1810.

"No estamos en este proceso para dividir el país, ni para hacer entrega de territorios ingobernables. Nuestra Constitución no es para reemplazarla en la Mesa. Al contrario, en ella se habla de una Colombia única e indivisible. Nunca hemos pensado en una Colombia fragmentada, no hace parte de nuestro imaginario", dijo el general Mora Rangel refiriéndose a los “Terrapaz” que se imagina la insurgencia.