Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Agosto de 2015

“En Colombia la Constitución es un botín de batalla”

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

El que mucho habla…

 

LA  terapia psicoanalítica se funda, principalmente, en la catarsis que genera el hecho de expresar inconscientemente los motivos causantes del conflicto que trastorna los estados de ánimo del paciente. El método para provocarla es la conversación impensada, la asociación libre de ideas, de las cuales se vale el analista para descubrir la raíz del aprieto.

No es fácil interpretar las ideas  del charlatán. Hay que conocer  sus pasiones y  frustraciones, pero en todo caso es fundamental dejarlo hablar sin contratiempos. Claro que hay momentos de racionalidad en que el paciente se defiende e intencionalmente oculta fracciones del relato. Es en estos episodios que hay que actuar con cautela para no incurrir en error de análisis.

Bueno, y todo este cuento ¿a qué viene? Sencillamente a la locuaz conversación de Juan Manuel con  Rodrigo Pardo, charla durante la cual el Presidente expone la idea de convocar un congresito, pero consciente de que su sinceridad podría traerle problemas, advierte: “...pero hasta ahora es una idea en abstracto y cualquier cosa que yo diga puede ser utilizada en mi contra porque estas decisiones deben ser acordadas  y no pueden ser unilaterales. Tengo que ser prudente”.

El asunto, naturalmente, despertó el cotarro y una de las preguntas que se hace es quien le sugirió ese plan? Posiblemente está detrás de bambalinas: el responsable de la 7ª papeleta de “bonbonbun”, ahora encarrillado en la embajada de España o el niño de los gases, designado recientemente como asesor en Cuba. ¿Pueden ser estos los consuetas que le agregan novedad al libreto de  la paz?

El proyecto es una confesión de alienado constitucional; intentar ese estropicio es erosionar sin respeto la Carta vigente, pero en Colombia no es extraño, la Constitución nada tiene de fundamental, es un botín de batalla del cual se apropia cualquiera con un simple motín y la dirigencia, acostumbrada a arrodillarse, aplaude estrepitosamente.

Razón tienen los parlamentarios en estar alertas y desde ya cerrar filas para defender la “institucionalidad”, o mejor, la cuchara, pues el antecedente de la clausura del Congreso en el 90, es un recuerdo que intimida. La propuesta no tiene futuro cierto. Organizar una comisión legislativa constitucional exige un Acto Legislativo aprobado por el Congreso y los parlamentarios no serán tan ingenuos de ponerse la soga al cuello y aprobar una normatividad que los saque del juego. No porque les interese desempeñarse como gestores de las reglas que conduzcan a la consolidación de los acuerdos con la insurgencia, sino porque les asusta que los insurrectos los desplacen de sus sillas. Hay que ser claros, el Presidente siente angustia de que su ejercicio por la paz se desperdicie y quiere inventarse un instrumento que le permita asegurarse el triunfo, esa es una  pasión que no se atreve a confesar pero que se le “chispotió” y cuando quiso aclararla ya no pudo. Pero no importa, Juan Manuel, Gaviria pudo con los mismos cómplices  imponer su voluntad.