BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD
Derecho Internacional actualizado
La diplomacia, como lo explicó el presidente Santos, permitió que el inconveniente provocado por la decisión unilateral que adoptó el Gobierno venezolano se aclarara sin mayor dificultad, al tiempo que motivó la reanudación de conversaciones enderezadas a tratar el diferendo que hace décadas existe en relación con la definición de los límites marítimos entre los dos países. El decreto que precisaba la “Zodimain”, ha sido rectificado por el presidente Maduro y lo tenía que hacer, pues las decisiones en esta materia, siguiendo los principios del Derecho Internacional, deben ser acordadas por las partes y no autónomas.
La razón de este predicado se encuentra entre los principios fundamentales del Derecho Internacional Público, determinados en la Carta de San Francisco (1945), que obliga a los Estados a la solución pacifica de sus diferencias, de manera que no se pongan a riesgo la paz y la seguridad internacional y mucho menos que se apele a la fuerza como argumento de coacción.
Precisamente, para ilustrar al común de las gentes en este tema, monopolizado por los “eruditos” de la Academia de San Carlos, acaba de aparecer el Manual de Derecho Internacional Público, editado por Derecho y Justicia, autoría de los doctores Arsenio Velandia Sánchez y Luis Alfredo Castellanos, texto que asume con sencillez científica la exposición de esta materia jurídico-política tan de actualidad en esta época de globalización y que por la misma razón reclama su vulgarización, para que el principio según el cual la ignorancia de la ley no sirve de excusa, sea una realidad verdadera y no una simple ficción de derecho.
La obra comentada tiene la virtud de emplear un lenguaje popular y comprensible para todos, comenzando con un resumen inteligente de la evolución de esta disciplina, cuya primera manifestación no fue otra que el derecho a la guerra -David contra los filisteos- derivado de la venganza privada. Partiendo de esta premisa, los autores explican la justificación de los tratados internacionales y las reglas que los regulan, empezando por la que proclama que los tratados se deben cumplir de buena fe. ¡Este postulado es suficiente para que el lector profano medite acerca de esa presumible mentira! De ahí surge la necesidad de una organización política garante de esa promesa. En la medida en que el tamaño del planeta se reduce se hace necesario que aumente un derecho universal y único, principalmente justo. ¡Qué utopía! Esto, naturalmente, es una amenaza a la soberanía de los imperios.
Qué interesante seria que los doctos en derecho se preocuparan por escribir obras de esta calidad; si esta elocuencia popular se generalizara, muy seguramente se acabaría con esa ciencia oculta que los abogados quieren profesar, haciendo de la justicia un misterio o ciencia ficción. Con trabajos de esta calidad se podría alcanzar uno de los sueños del doctor Álvaro Gómez Hurtado. Pensaba él que todo el mundo debería estudiar derecho y después si una profesión. ¡Ojalá! No habría tanto abuso ni pleitos pendientes.