BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD
La voz de los maestros
Por estas épocas, dedicadas al ocio gracias a los festejos navideños que obligan a la suspensión de las actividades laborales: la rutina habitual que consume vorazmente el tiempo de los hombres y los esclaviza por el vil metal que todo lo corrompe, hay que aprovechar el tiempo libre para rescatar la comunicación interrumpida con los maestros.
Dedicado a los asuetos del fin de año tuve la ocasión del reencuentro con dos ilustres personajes que mucho aportaron a mi vida: Otto Morales Benítez y Julio César Uribe Acosta; una oportunidad para recordar episodios vividos por testigos de excepción y que relatan ellos con su auténtica interpretación de la historia reciente pero que no por ello está presente en escenario colectivo, porque la historia en Colombia no perdura más allá del titular de prensa.
La Constitución que agoniza, fulminada por las interpretaciones interesadas y acomodaticias, fue uno de los temas que ocuparon la atención en esa tertulia improvisada bajo un torrencial aguacero decembrino. Dos autoridades en el tema me permitieron recrearme acerca de las opiniones que con indiscutible timidez suelo exponer en la cátedra o en estas breves columnas periodísticas.
Durante la charla, el doctor Uribe Acosta trajo a cuento una intervención del maestro Morales Benítez ante el Consejo de Estado en 1993, de la cual me obsequió una copia, disertación profunda e ilustrada que quisiera transcribir pero el espacio lo impide, por eso me limito a unas cortas frases que, de por sí, revelan todo su pensamiento: “He dicho ya varias veces que la nuestra -Constitución- perturba al pueblo colombiano, es su desvarío jurídico: por la falta de rigor jurídico; por la imprecisión idiomática; por no tener un criterio ideológico… en el actual estatuto hay normas que pueden llevar a las interpretaciones jurídicas más contradictorias. Son como ajustables al capricho del juzgador y ello perturba y crea incertidumbres”.
El profesor Uribe Acosta remata el razonamiento añadiendo que el galimatías constitucional que nos aqueja tiene como causa la forzada conjunción de un pensamiento que supone reconocer el ius-naturalismo; otro ideal que defiende el ius positivismo jurídico y para completar la confusión: una cuota de derecho libre que ofrece, promete, promueve, pero nada cumple. Esa es la Carta que guía a la nave del Estado. Y no obstante, ¡aún hay quienes se sorprenden porque el Presidente se imagina que el delito político endilgado a la insurgencia guarda estrechos vínculos de conexidad con otras conductas penales!
Suponer el criterio de las cortes es actuar como arúspice. El derecho hoy es incertidumbre absoluta y lo es porque “La Carta nació irregularmente. Nadie examinó o quien impulsó la séptima papeleta, pagó su promoción y su propaganda. La anterior Corte dio verdugazos a la que nos regía.” (Otto Morales Benítez).
Cuánta razón les asiste a los maestros! ahora, después de dos décadas de improvisación jurídica que obliga a la nave del Estado a navegar en el Mar de los Sargazos. Les deseo resignación el año que viene.