FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Julio de 2014

Extrañamiento

 

María del Pilar Hurtado es famosa en Panamá. Tanto que  pregunta frecuente que suelen hacerle al colombiano recién llegado  a ese país es si anda en su búsqueda. Pero no, el Fiscal todavía no ha ofrecido recompensa al que dé noticias acerca de su paradero y si se trata de localizarla para conseguir un reportaje la diligencia no resulta fácil, pues la señora se cuida con mucho celo. Ahora, preguntar por ella en las oficinas públicas encargadas de localizar extranjeros es perder el tiempo. Curiosamente, la pregunta parece impertinente. Son los restos del gobierno de Martinelli. Un mandato caprichoso, saturado de clientela y amiguismos, vencido en últimas por la influencia del Opus en el debate electoral que escogió a Varela.

Una fuente, no muy seria por cierto, asegura que a María del Pilar, con frecuencia, se le ve por los alrededores de la estación del metro de la Iglesia del Carmen; que tiene novio y se va a casar, como dice el vallenato. Pueblo chiquito infierno grande; incluso, cuentan que se moviliza en el recién inaugurado transporte masivo. Qué envidia, en verdad es lujoso y suficiente.

Del exministro Arias relatan que se mueve en Miami como pez en el agua y tramita una visa que lo ampare contra una extradición. De todas formas se supone que estos fugitivos albergan la esperanza de exiliarse y hacen bien. Nadie está obligado a renunciar a su libertad. No importa que a Santos no le guste. “Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad de hombres, a los derechos de la humanidad y a sus mismos deberes. No hay indemnización posible para el que renuncia a todo. Semejante renuncia es incompatible con la naturaleza del hombre y quitar toda clase de libertad a su voluntad, es quitar toda moralidad a sus acciones” (El Contrato Social. J.J. Rousseau). Si no fuera así las cárceles no tendrían rejas. Raskolnikov es la excepción a la regla.

Apelando a las teorías del derecho penal debería suponerse que alejados de la sociedad estos dos fulanos, el objeto del juicio se alcanzaría parcialmente: prevenir que a la sociedad colombiana la  vuelvan a ofender y el destierro sería castigo ejemplar. Claro que destierro, pues los convictos prófugos saben que por muchos años no podrán pisar el territorio de su patria, la de su patrón del Ubérrimo. ¿No será,  acaso, esta una pena suficiente? Capturarlos para meterlos en celdas es más una actitud vengativa que jurídica; pero ¡ese es el derecho penal que en la Historia se defiende y elogia!

Ya le quitaron el pasaporte a María del Pilar, mejor dicho, carece ella de una identificación  que la acredite como persona de nacionalidad colombiana; en síntesis, esta extrañada, una pena del antiguo derecho. Pues bien, entonces que se case y adquiera la nacionalidad panameña y como en ese Estado, a diferencia del nuestro, no extraditan a sus nacionales, podrá ella gozar una larga luna de miel.