FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Julio de 2014

Tanto va el cántaro al aljibe

 

“Constitución del 91 es un tejido de remiendos”

Veintitrés años cumplió la Carta del 91, precisamente el día en que la selección Colombia fue desbancada del Mundial. Una coincidencia amarga pero consecuente. Se llenó el país de ilusiones sin conservar la serenidad; nunca se previó el fracaso. Igual ocurrió con la enmienda promovida por el “revolcador”. El promotor del engendro, apelando a los procedimientos habituales de la historia constitucional, burló las rémoras de la carta del 86 y se llevó de calle la institucionalidad. Hoy, superada la mayoría de edad del espurio texto, más de una veintena de remiendos, aprobados a pupitrazo limpio, colocan a la Nación ante la realidad de la pesadilla de la embriaguez provocada por la ilusión desenfrenada, estimulada por promesas irresponsables. Entre tanto la sucesión en las castas no se detiene.

Para el periodo legislativo inmediato se anuncian múltiples reformas. El presidente Santos, afanado por su protagonismo histórico, se propone impulsar enmiendas que rectifiquen los errores del pasado: la circunscripción nacional del Senado y  la derogatoria de la reelección. Y otras del mismo contenido.

Durante la convocatoria a la constituyente del 91 y en pleno ejercicio de su arbitraria agenda se criticaron las propuestas que ahora se intenta corregir; igual se hizo cuando el “chalán del ubérrimo”  con simonía y corrupción alcanzó la reforma que lo favoreció en su reelección. Igual cuando el “Savoranola” se reeligió. Nadie escuchó las objeciones que al respecto se hicieron. Los áulicos del poder aplaudieron. También se repitió la escena con la abortada reforma a la justicia. Entre tanto,  todos los responsables continúan impunes y el pueblo sin indemnización.

La instalación del nuevo Congreso está encima y la avalancha de proyectos legislativos, como de costumbre, ya se anuncia por parte de los delirantes legisladores. Entre tanto la Carta Política se desintegra sin piedad y la seguridad jurídica se erosiona caóticamente, provocando la arbitrariedad de los jueces que interpretan el orden jurídico en desorden interesado, convirtiendo lo blanco en negro  a su antojo.

El sentido histórico de la Constitución y su carácter fundamental ha desaparecido, ¡si es que alguna vez existió! El cántaro tejido  de remiendos es una coladera que tolera que por los intersticios de su articulado se cuelen normas contradictorias y de dudosa comprensión.

Esa desinstitucionalización es sabida a conciencia, sin embargo su tolerancia es consentida por todos, pues en río revuelto hay ganancia de magistrados  y procuradores. Y esta situación seria aceptable si no fuera porque a ella se ha llegado por la audacia de los juristas que  apelan a  la interpretación conveniente, sin respeto ni sometimiento a los valores y principios rectores que iluminan el Derecho.

Como admitir, por ejemplo,  que una norma constitucional se ocupe de prohibir el consumo de sustancias estupefacientes y todo por decisión de quienes piensan que la Constitución es un código de policía. Para asegurar la respetabilidad de lo fundamental es necesario modificar los procedimientos que facilitan las enmiendas apuradas.