FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Diciembre de 2013

Un mandato claro

 

Juan  Manuel Santos Calderón recibió un mandato inequívoco acerca de lo que quieren las mayorías  de Colombia. Se ha ratificado en las urnas el sentimiento  por la paz, por esa obligación constitucional acuñada en el artículo 22 de la Carta y de la cual se hace responsable el Jefe de Estado. Debe tener muy claro el Presidente  que su oferta no es una liberalidad, es un deber suyo crear las condiciones para acabar con la guerra de hace doscientos años y darle al pueblo lo que los “próceres” le ofrecieron el 20 de julio de 1810 y nunca le cumplieron.

Pero no es solo alcanzar la paz lo que le obliga, también cumplir  los compromisos adquiridos durante la campaña, entre otros,  acabar con la reelección, creada con simonía por Uribe que, a propósito, a diferencia de su pupilo el perdedor Zuluaga que admitió decentemente la  derrota, sin ton ni son se vino lanza en ristre con su acostumbrado estilo calumniador a impugnar el triunfo y a buscar revancha en su derrota, porque fue suya la sufrida por Óscar Iván.  Si su padrino hubiese sido otro,  seguramente hubiera coronado su aspiración sin tropiezo.

Uribe anuncia, con su habitual estilo de pesebrera, una oposición de chalán y culebrero y apunta  a engendrar un sistema “parlamentario”, seguramente seduciendo congresistas, como es su costumbre. No serán fáciles los próximos cuatro años venideros.

Los electores de Santos tienen que organizarse para que el Gobierno entienda que no fue por su gracia que apoyaron su aspiración, fue la necesidad de acabar con la guerra y que para eso lo primero que tiene que hacer es nombrar un ministro de Defensa que hable un lenguaje conciliador y no de guerra; debe tener en cuenta que la peor campaña contra su aspiración la hicieron las tropas y que si no tiene cuidado al respecto nada tendría de raro una traición militar, porque el señor Pinzón es el líder de la disidencia en el interior del Gobierno.  A este respecto hay pruebas.

El apoyo a Juan Manuel Santos tiene muchos matices y,  si quiere gobernabilidad, debe consolidar mayorías en el Congreso. Se sabe que los gobiernos de coalición son frágiles si no  consiguen meterle pueblo al compromiso. Santos quiere pasar a la historia, él sufre debilidad por esa trascendencia a la inmortalidad, ese es el reto que ahora debe superar y para hacerlo tiene que ser fiel al mandato inequívoco que le ha dado el pueblo. Promover y apoyar todas las reformas que ha ofrecido.

Es inobjetable que el 50% de los sufragios obtenidos no son suyos, son la manifestación de un pueblo que quiere la paz y no la guerra, la justicia social, la transparencia y la plenitud de los derechos. Hay que confiar en que el control político se constituya en  vigilante inflexible y que exija el cumplimiento cabal del programa de gobierno. Esa es la democracia.