FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Mayo de 2014

El derecho de los abogados

 

“…Un acuerdo que propenda a entregarle los mejores abogados al país”,  propuso el Viceministro de Justicia, Miguel Samper, en el marco del encuentro de Facultades de Derecho, y agregó: “En el posconflicto los futuros abogados deben ser verdaderos actores de paz”.

El doctor Samper debe estar estupefacto con las argucias jurídicas de  algunos políticos que se valen de los “famosos” abogados de turno de esta época, pues siempre  han existido los reconocidos y publicitados litigantes, que cuentan  con periodista de cabecera encargados de destacar la presentación de un memorial o la interposición de un recurso. Traficantes de defensas fundadas en el espectáculo mediático y la amistad con los jueces, pero pocas veces en la seriedad y justicia de sus argumentaciones.

La sorpresa de Samper tiene una  explicación: su inocencia. Es  tradicional  en este país,  como en casi todos, ejercer el derecho con intriga y  buenas relaciones con la gran prensa. Y la curiosidad invita a preguntar ¿por qué los medios se prestan para estas patrañas publicitarias?  Porque, como en los toros, detrás está el  sobre y, en otras ocasiones,  porque se sabe que la presión de los periodistas hace tambalear la jurisprudencia.

Los rábulas han sido  retratados en la literatura universal y un buen número ha logrado superar la barrera del tiempo y trascender históricamente. El doctor Mata, por ejemplo,  es un modelo provinciano; otros de la misma calaña se siguen consultado en sus indescifrables tratados, muy a pesar de que se sabe fueron mentores de dictadores y  criminales, verbi gratia  el padre de la real política: Carl Schmitt. Para comprobar esta paradoja, basta con preguntar ¿por qué se declararon constitucionales los adefesios jurídicos promovidos por autoridades que para reprimir a la insurgencia  concibieron “estatutos de seguridad y procesos penales” que hoy avergüenzan a la historia? ¿Cuántos  han cohonestado delitos contra la democracia y la Constitución y hoy son juristas eméritos?

Vulgarmente,  el derecho es la razón del cliente, así   educa a los estudiantes  la universidad: para que ganen los pleitos o consigan empleo, no para que promuevan la justicia. La escuela del nuevo derecho, hoy de moda,  aquí y en Cafarnaum, patrocina  la erudición y la retórica como estrategia para hacer de la ley la voluntad arbitraria del déspota y del operador judicial.

La  propuesta del Viceministro  o su ilusión es un sueño de su ingenua percepción. Ese deseo puede realizarlo en la medida en que se eduque con el ejemplo, ¡pero vaya tarea! Si para llegar a las cortes o a cualquier otra dignidad es preciso intrigar,  ofrecer banquetes y adular comensales, difícilmente se podrá admitir que la justicia es un  apostolado. En el código de Hammurabi  se disponía: “Si un juez…modifica su sentencia…le echarán de su sede judicial y nunca más podrá sentarse con jueces en un tribunal”. ¿Qué opinarán a este respecto los “Honorables” que cambian de doctrina y  jurisprudencia al vaivén de los vientos?