Una revocatoria madura
Las tensiones políticas en la vecina Venezuela aumentan cada día, no obstante los esfuerzos que hacen los factores de poder enfrentados en disimular la disputa por su monopolio. Todo indica que se trata de una situación irreversible, que tarde que temprano terminará dando al traste con el régimen.
No será una jornada fácil, detrás del señor Maduro esta el aparato militar que lo respalda y, obviamente, como monopolizadores de la coacción oficial “legitima” insistirán en sus razones “legales” para atropellar la protesta, aupada por líderes irresponsables que no tienen empacho ni reticencia en lanzar a las calles a estudiantes fogosos e inconscientes que confunden el derecho a la oposición con los carnavales de comienzo de año. Es una confrontación de masas y las masas suelen ser manipulables y emocionales. De ahí que históricamente se les haya utilizado como carne de cañón, por unos y otros.
Los epítetos groseros que se utilizan en el discurso oficial y el subversivo revelan, sin dificultad, la falta de argumentos razonables para defender el sistema o atacarlo y claro que tiene que ser así, pues no puede aspirarse a un discurso coherente cuando se trata de alebrestar a unas multitudes ignorantes.
Para entender la situación basta un análisis constitucional de lo que ocurre. Y no se trata de explicar la acción del aparato represivo, beneficiario de la situación, pues si por aquí llueve por halla no escampa. Los que pelechan a la sombra del régimen son sus protectores que se enriquecen a costa de la guerra. Basta con verificar cómo las teorías de Locke y Montesquieu que promovieron la separación de las competencias de las autoridades públicas, dispuesta en la Carta Política de Venezuela, se viola descaradamente. Se garantiza el principio del juez natural, no obstante al señor Leopoldo López, líder de la oposición, se le somete a un juicio adelantado por la Justicia Penal Militar. ¡Y todos tan tranquilos!
Naturalmente que a este respecto nada se dice y no porque nadie tiene autoridad moral para criticar esa habitual forma de dictadura, decretada en ejercicio de facultades excepcionales. Una veces se instituyen tribunales castrenses, como los que fungieron durante el gobierno del presidente Turbay en Colombia y la famosa doctrina Ñungo, otras se reforma la Constitución apelando al Estado de Sitio. El señor Maduro se refugia en sus facultades extraordinarias y los militares lo respaldan a cambio de sus privilegios.
Las causas para decretar la revocatoria de este mandato, demostrado el abuso del poder, son suficientes, lo grave es que no hay quien tenga autoridad para reclamar la vigencia de los principios constitucionales, pues el derecho es fruto del poder y meramente coyuntural. ¿Dónde están los jueces que aplaudieron a Hitler? Todavía se les cita en las cátedras de derecho. Quizás por eso es que algunos defienden la prudencia y el respeto a la libre determinación de los pueblos: para no pecar de fariseos.