Los argumentos del führer
Nadie duda de la voluntad que tiene el presidente Juan Manuel Santos de superar todos los obstáculos que haya que salvar para alcanzar su propósito de llegar a un acuerdo de paz con la insurgencia, proyecto suyo a tono con el mandato constitucional que establece que “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”.
Tampoco es un secreto que hay quienes conspiran contra la acción del gobierno y a semejanza de Judas se acercan al Jefe de Estado, imitándolo incluso en sus gestos y tono de voz para adularlo, pero a sus espaldas hacen todo cuanto creen necesario para sabotear su discurso y alimentar los odios para que el conflicto no termine. La guerra es un negocio para muchos y un instrumento político de poder.
Para acabar con la beligerancia hay que poner en práctica el Preámbulo de la Carta y los principios que definen su filosofía democrática, participativa y pluralista, todo lo cual significa tolerancia y respeto por el otro y nadie más obligado a ello que sus autoridades y principalmente las que monopolizan el poder material: la fuerza organizada para defender los derechos y no para atropellarlos e intimidar injustamente al contrario. Esa estrategia fue la causa de la violencia que azota al país desde hace doscientos años.
El führer de la guerra, Juan Carlos Pinzón, abusando de la confianza del presidente Santos, ha resuelto amenazar a sus contrarios valiéndose de su posición y fue así como en el debate de la ley que organiza la “Defensa Técnica de Militares” arremetió desconsideradamente contra la representante a la Cámara, Ángela Robledo, y su colega Germá Navas Talero, desbordando todas las reglas de buena educación y respeto que se deben tener con una dama de sus calidades y un congresista que ha sido distinguido como el mejor representante del año y todo porque en ejercicio de la dialéctica propia de su ejercicio parlamentario expresaron su oposición al proyecto de ley impulsado por el señor Pinzón.
El führer de la guerra sindicó a los miembros de la Cámara como enemigos de las Fuerzas Armadas de Colombia, odiosos de sus integrantes; alocución transmitida a la teleaudiencia y durante la cual el Ministro de la Guerra no ocultó en sus gestos y maneras la intención de aherrojar a Robledo y a Navas, conducta no solo abiertamente agresiva y desmedida sino que podría constituir falta disciplinaria, como lo declaró a este periódico la doctora Ángela Robledo en la edición del viernes pasado: “Porque no apoyé un proyecto, venga a decirme que yo soy una enemiga de las Fuerzas Militares es ponerme como blanco legítimo” El Nuevo Siglo, Pág. 8ª A) . Lo mínimo que espera la opinión pública es que el Presidente le exija a su subalterno que se disculpe, pues con esa velada sindicación ha incurrido en falta conforme lo disponen los artículos 73 y 75 del Reglamento del Congreso.