Ingenuidad diplomática
La inteligencia de Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico o, simplemente, Claudio el Idiota, consistió, básicamente, en pasar por cándido y la lección que su actitud le dejó a la política fue la máxima popular que enseña: “Hay dos maneras de vivir sin dificultades, siendo bobo o haciéndose el bobo a tiempo”.
La historia está llena de episodios que demuestran que la imprudencia ha desatado odios infinitos y llevado a la humanidad a sufrir graves conflagraciones, innecesarias si la diplomacia hubiese guiado los espíritus y modulado la razón de los hombres. Las virtudes de esta ciencia descansan fundamentalmente en la modestia, el buen carácter, la parsimonia y la lealtad. La precipitud del Japón, en su alianza con Italia y Alemania en el escenario de la segunda guerra, por ejemplo, fue la causa de la espantosa tragedia de Hiroshima. Si la exigencia del Imperio Austrohúngaro a Serbia de permitir la investigación del asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa en su territorio se hubiera tramitado por las vías diplomáticas y no militares muy probablemente la Gran Guerra, al menos, se hubiera postergado.
“La mujer del César no solo tiene que ser honrada sino que debe parecerlo”. Esta fue la explicación que dio César cuando se le preguntó la razón por la que repudiaba a Pompeya no obstante que su supuesta infamia con Clodio no había sido probada y tampoco él había tomado cartas en el asunto. Todo esto fue resultado de su prudencia, diplomacia, pues no convenía por ningún motivo hacer pública una afrenta de tamaña magnitud, pues Clodio valiéndose de hábil estratagema había burlado la guardia y penetrado al aposento de la esposa liviana.
Mecenas, reconocido por sus habilidades diplomáticas, era favorito de Augusto por su calidad de quirite de exquisitas costumbres y, además, por la belleza de su esposa Terencia que complacía al César con el disimulo de su marido que aparentaba dormir cuando los amantes se entregan a sus placeres; sin embargo, ocurrió que un amigo supuso que también él podría gozar los favores de la infiel y hasta ahí llego la discreción del cornúpeto, pues abriendo los ojos protestó afirmado que Mecenas no duerme para todos.
La Gran Colombia se disolvió por muchas razones, pero principalmente porque el doctor Miguel Peña, venezolano, magistrado de la Corte Suprema, resentido por el trato recibido de sus pares que lo suspendieron por un año en su cargo por negarse a firmar la sentencia de muerte del coronel venezolano Leonardo Infante, enemigo acérrimo de Santander, 1825, se dio a la tarea de alimentar los odios del general José Antonio Páez hasta conseguir su insurrección.
Calcular las prioridades es parte del talento que se requiere para gobernar. Aprender a respetar a los pares y conservar las buenas relaciones es el arte de la diplomacia, la más alta de las artes de gobierno, pues los pares no son súbditos sino aliados.