FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 6 de Marzo de 2013

Seguro de desempleo

 

“Es un aliciente para tener mediana seguridad de vida”

Ganaras el pan con el sudor de los pobres es la otra versión de la sentencia irredimible que ha tenido que purgar el ser humano desde los siglos de los siglos y sin esperanzas de redención.

Trabajar para los demás es el castigo que se debe sufrir para supervivir cuando no se cuenta con otro recurso que la fuerza laboral; y la pena no sería tan dolorosa sino fuera porque además de la servidumbre que se debe tolerar, incluida la pérdida de la libertad y otros dones de la vida digna, la incertidumbre por el futuro es tortura infame que impide una realización sosegada de la existencia. El temor a perder el empleo es causa de angustia existencial incesante y motivo de fragilidad que mina todo atisbo de voluntad para suponer un futuro promisorio. Carecer de puesto de trabajo es soportar una condena a muerte lenta. Bajo ese sino se educan y crecen millones de hombre sobre la faz de la tierra y, a pesar del desarrollo de la civilización, esa amenaza no desaparece y -por el contrario- cada vez es más intensa en la medida en que la tecnología reduce la mano de obra y desplaza al hombre de los escenarios laborales.

Ese sentimiento colectivo, testimoniado en estos últimos años por las crisis que afectan la economía mundial y con mayor contundencia a los países tercermundistas, debe interpretarse como un síntoma de la hecatombe que se aproxima, catástrofe que podría evitarse si el anuncio sirviera para que la humanidad tomara conciencia y adoptara las medidas necesarias para corregir la sentencia proferida en los primeros días. Que los hombres, las mujeres y los niños tengan la certidumbre de que no morirán de hambre.

El seguro de desempleo que el gobierno intenta legalizar no es la panacea pero al menos es un aliciente para que, como en otras latitudes, las gentes puedan tener mediana seguridad de vida.  Obviamente que esta solución no erradicará del todo el drama. Seguirán los niños y los jóvenes en edad escolar rebuscándose, incluso en ocupaciones informales, para,  desde su temprana edad, asumir los costos de su existencia.

Ahora, no se entienda que el proyecto gubernamental tiene que ver con un estado asistencialista, como algunos califican la propuesta de seguro de desempleo. Se supone que no es más que una consecuencia de la definición que el constituyente de 1991 hizo cuando al cambiar la Carta de 1886 resolvió que Colombia es un Estado Social de Derecho. Los reformadores no calcularon que no estaban dadas las condiciones para asumir este compromiso político, pero si ello fue así no queda otra alternativa que cumplir el mandato supremo o, asumiendo un crudo  realismo, cambiar la Constitución, y renunciar a cualquier esfuerzo enderezado a solventar la condena injusta de ganar el pan con el sudor de la frente. No ceder a esta necesidad es promover el caos social.