FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Diciembre de 2012

La Mónita y el padre Llano
La columna del padre Alfonso Llano Escobar, “Un alto en el camino” publicada en El Tiempo por más de tres décadas, constituía un motivo de reflexión profunda para tirios y troyanos y, por orden del General de los jesuitas, lamentablemente ha dejado de aparecer.
La censura obedeció al comentario que el padre Llano hizo con respecto al libro La infancia de Jesús, obra de Benedicto XVI, próximo a publicarse, y en punto referido al misterio de la concepción, que para el columnista despierta curiosidad, y por la cual se pregunta: “¿por qué vuelve el Papa sobre un punto que parecía ya superado, a saber, la virginidad de María?
El debate quizás sea oportuno para estas fechas navideñas que celebran el natalicio del “Niño Dios”, pero, debatir dogmas de Fe, resulta inane, pues si la “fe es creer lo que no vemos, porque Dios así lo ha revelado”, ningún sentido tiene encontrar explicaciones a lo que por naturaleza es inexplicable. Es por este mismo motivo que la censura al padre Llano no conduce a nada distinto que entender que se trata de una decisión arbitraria, poco liberal y propia de una disciplina reñida con el espíritu de libertad que se respira en estas épocas de conquistas filosóficas. Si alguna censura quisiera hacerse más bien debería recaer en quienes provocan polémicas ya superadas y no imponerse entre quienes las recrean. Sin embargo, se insiste, es cuestión de Fe y no de ciencia.
La censura al padre Llano por el superior de los jesuitas, Adolfo Nicolás, no extraña, pues desde sus inicios en esta congregación la obediencia ciega ha sido una de sus fundamentales reglas.
Precisamente, en la “Mónita secreta de los jesuitas” (Monita Privata Societatis Iesus), publicación aparecida en 1612 y, supuestamente, autoría del superior de la Compañía, Claudio Aquaviva, prohibida y negada como texto oficial y tildada de escrito conspiratorio, se prescribe que aquel que revele el contenido de estas instrucciones “sea expulsado de la Compañía, sin remisiones”. Por esa razón que se revela en las mentadas instrucciones secretas, la obediencia como voto irrenunciable, no extraña que al padre Llano se le silencie y prohíba opinar públicamente.
Seguramente la orden impartida al padre Llano va acompañada de las conminaciones que en la Mónita Secreta se descubren y que tienen que ver con las sanciones para aquellos que se subleven a la disciplina de la Compañía; estrategia no muy conveniente, en esta época de comunicaciones, porque el silencio impuesto de nada servirá pues no podrá distraer la polémica que generará teológicamente el escrito del reverendo Joseph Ratzinger.
Los profanos y no teólogos, respetuosos de la Fe, seguirán siendo devotos de María Santísima, y el escrito del padre Llano debe estimarse como una reflexión histórica, que al Señor le da mayor mérito, porque siendo su condición humana su ejemplo es mas encomiable que el del hijo de Dios
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