Nuestro destino es ser luz. Si bien es cierto que tenemos muchas sombras, ellas no podrían darse si no tuviésemos luz.
En esta época de Navidad, celebración sincrética montada sobre el día de la luz en el hemisferio norte, rememoramos el nacimiento de Jesús el Cristo, quien nos permite regresar a la casa del Padre una vez hayamos desarrollado un amplio menú de aprendizajes que se resumen en integrar y trascender el ego, asunto que se expresa en cinco palabras, pero que puede tomar muchos regresos a este plano físico. Aunque no tenemos fácil ese proceso, pues existen fuerzas caídas que lo quieren impedir a toda costa, sí es posible. Para ello precisamos estar cada vez en mayor sintonía con la Divinidad, pedir apoyo y hacer la tarea. La Divinidad de afuera y nuestra propia divinidad.
Como los fines de año son épocas de balances y cierres de ciclo, hoy te invito a que te reconozcas para ti mismo todas las ocasiones en las que a lo largo de los últimos doce meses has manifestado tu luz. Acostumbramos a desearles a los demás la feliz Navidad, tal vez pasando por alto que también es una celebración de nuestra propia luz, que también merecemos nuestra más sentida felicitación y gratitud.
Hagamos el balance en primera persona: ¿cuántos favores desinteresados hice durante este año? ¿Cuántas veces compartí lo que he tenido? ¿A cuántos amigos escuché en sus momentos de angustia? ¿Cuántas verdades callé, solo porque es más poderoso ejercer la compasión que tener la razón? Seguramente, todas estas preguntas tendrán al menos una respuesta. En realidad, no interesa qué tan larga sea la lista: lo realmente importante es que reconozcas en esas respuestas tu luz interior, esa que permitiste que alumbrara no solo para ti sino para los demás, para el mundo.
También es sensato que te preguntes cuántas veces fuiste luz para ti mismo. Esas veces en las cuales evitaste comer de gula; en las que te estiraste e hiciste un poco más de ejercicio; en las que aplazaste la necesidad de satisfacer tus deseos de forma inmediata y desarrollaste un poco más de paciencia; en las cuales te felicitaste por algún logro y en las que no te castigaste por los errores que cometiste, sino que te abrazaste en la gratitud del aprendizaje y en el amor incondicional hacia ti mismo. En todas esas ocasiones también fuiste luz, no solo para ti mismo, sino para los otros.
Por esto te propongo que te desees a ti mismo una feliz Navidad, en la alegría del encuentro amoroso contigo mismo, para que desde él te encuentres amorosamente con los demás. ¡Feliz Navidad, en la manifestación del Amor! @edoxvargas