A quienes somos ingenieros de vocación las noticias sobre accidentes en las obras de infraestructura no dejan de preocuparnos en grado sumo. Así como existen obras que se realizan con gran cuidado y que le prestan un gran servicio al país, hay otras que francamente las empañan; hay que lamentar que hayan sucedido.
De las que han ocupado la atención nacional se pueden señalar el Túnel de la Línea, con algo así como diez años en el proceso de construcción sin que haya podido ser terminado; las obras de la calle 94 con carrera once o novena llevan cinco años y no hay posibilidades de que sean terminadas pronto, salvo las declaraciones de los funcionarios públicos que suelen ser optimistas pero desmentidas por la cruel realidad. Otro monumento que mueve a la meditación y que nos ha conmovido, es la falla del puente en Casanare. Las fotografías que se vieron son sumamente dicientes y bien parecen ser la cabeza de proceso de las acciones de los propietarios de los vehículos que sufrieron graves daños y la pérdida de la carga. Supongo que en este caso cabrá el reclamo por los daños sufridos por la responsabilidad extracontractual. ¿Achacable a quién? ¿Será cierto que a la entrada del mismo había una advertencia para los usuarios que señalaba el estado de deterioro de la estructura? Pero como si esto fuera poco nos llega del Huila la noticias de la caída de una tribuna que estaba en proceso de ampliación en su capital Neiva. Son cuatro las obras que han fallado: el Túnel de la Línea, el puente en Casanare, el estadio de Neiva y el deprimido de la 94.
Toda clase de explicaciones pueden aducirse para justificar estas fallas. Es necesario mencionar que todas son obras públicas las cuales hay que suponer fueron contratadas con la selección y cuidado de los sistemas de contratación vigentes. La experiencia de los contratistas del Estado, así como la de los contratantes es que los estatutos de contratación son pensados con los más altos y severos principios (?) para garantizar la correcta selección y la buena ejecución de las obras. Sería del mayor y mejor interés que se pudieran investigar las causas contractuales de los fracasos que se han mencionado.
Así como la ingeniería colombiana ha sido factor insubstituible en la planeación y ejecución de la infraestructura nacional, debemos llamar la atención por episodios de fallas sobre las cuales no se puede pasar en forma desapercibida. Esos errores no se deben pasar por alto y llegar a conclusiones ciertas sobre el origen de las fallas con el propósito de corregirlas ahora y en el futuro. Si un puente falla tenemos que hacer alarde del daño pero no nos acordamos de la infinidad de ellos que hay en el país. Valga la pena mencionar el puente de Barranquilla y todos los demás sobre el río Magdalena que permiten las comunicaciones entre el oriente y el occidente; también de los que existen sobre el otro río madre de la patria, el Cauca. Nuestros puertos marítimos ahí están prestando un magnífico servicio. Nuestro temperamento es más inclinado a solazarse en los tropiezos, las dificultades y los errores, que en las cosas positivas. A pesar de todo Colombia es un país esencialmente optimista; no habríamos llegado a hoy en la forma que lo hemos hecho si no lo fuéramos. Ahí está el proceso de paz para demostrarlo, a pesar de las calificadas voces en contrario.