La vida presenta patrones espiralados. Cuando nos damos cuenta de cómo son las dinámicas de espiral en nuestra vida podemos tomar decisiones que nos permitan avanzar y mejorar la existencia.
Evidenciamos espirales en la naturaleza: los remolinos que forma el agua; los vientos que conforman un huracán; los caracoles, los girasoles y las suculentas, por mencionar solo algunas imágenes que nos pueden llegar en este momento a nuestra memoria. En las matemáticas, la serie de Fibonacci presenta un patrón espiral; en arte y arquitectura, podemos ver espirales en diseños basados en la proporción áurea, que a su vez se refleja en la estructura de nuestras orejas. Sabemos que en ellas está representado todo nuestro cuerpo. Al igual que estas evidencias desde diferentes perspectivas biológicas, científicas y artísticas, también podemos observar espirales en el comportamiento humano: repetimos patrones. Mientras no aprendamos, tales pautas serán nocivas; en la medida en que desarrollamos aprendizajes, podremos crear modelos virtuosos de comportamiento.
Es posible darnos cuenta de cuáles acciones características de nuestro sistema familiar de origen repetimos: el abandono de los hijos por parte del padre; eventos de violencia intrafamiliar; infidelidades; confrontaciones con los padres y entre hermanos; adicciones… Cuando en una familia se refrendan pautas inarmónicas todo el sistema se encuentra en una espiral descendente. ¿Hacia dónde lleva? A perpetuar el dolor, convertirlo en sufrimiento, fomentar el resentimiento y a transmitir todo ello a la siguiente generación. También desarrollamos pautas propias que nos conducen por espirales descendentes: construimos secuencialmente la misma relación de pareja, con diferentes personas; continuamos gastando más de lo que tenemos…en fin, tropezamos más de dos veces con la misma piedra. Creo que esto, más que de juicio y condena, es motivo de comprensión y transformación.
Podemos reconocer si vamos a repetir una experiencia similar a una ya vivida; cuando ello sucede estamos ante una bifurcación: volvemos a lo ya conocido que nos separa de nosotros mismos, los otros y el Todo -pues los sufrimientos no son cosa diferente a consecuencias de la fragmentación- o nos aventuramos a romper el molde y hacer algo diferente. Es en ese momento, cuando optamos por lo distinto, que salimos de nuestras zonas de confort y entramos en nuestras zonas de aprendizaje, hecho que revierte el sentido de la espiral y pasamos de la presencia del caos a la construcción de nuevos órdenes.
Cuando decidimos conscientemente no repetir patrones nocivos y tomamos intencionalmente el camino amoroso, aunque no conocido, nos transformamos. Por supuesto, es más fácil seguir en lo conocido. Sin embargo, es en lo aún no explorado donde podemos encontrar respuestas distintas ante la vida, unas que nos lleven a la integración, la sanación y la manifestación del Amor.
IG: @edoxvargas