Buscar la paz es un propósito noble, valiente y de un gran costo político. No es tarea fácil, además de buena voluntad, requiere de constancia y entereza, pero, ante todo, tolerancia; aquél que no la tenga, nunca entenderá que el esfuerzo valió la pena. En lo particular, cuando estuve como coordinador de los proyectos de implementación de los acuerdos de paz con las Farc, sabía el costo político que ello significaba.
Lo que viene ocurriendo con el Eln es apenas natural de un grupo insurgente con una estructura jerárquica difícil de entender, que no quiere que su proceso de negociación se asemeje al acordado con las Farc y que ha podido mantenerse armada durante todos estos años, muy a pesar de la gran ofensiva de la fuerza pública. Igualmente, el evidente incumplimiento del Acuerdo de Paz suscrito por el gobierno del presidente Santos y el asesinato de varios de quiénes se acogieron al proceso, hace que exista un elemento adicional de desconfianza que no será fácil de superar. El Eln quiere llegar a la mesa en una condición de poder, no tiene afán, su lógica es poner a favor la constante presión mediática sobre el Gobierno, que le exige presentar resultados lo más rápido posible. Es importante no olvidar que los procesos de paz son arduos y demorados, la mayoría tardan más de tres años; según estudios, cerca del 80% de ellos superan ese tiempo.
La declaración del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de apoyo a la propuesta de “paz total” del presidente Petro, es de suma importancia en momentos de cierta incertidumbre ante los torpes comunicados de los dirigentes del Eln. De hecho, ayuda a ganar mayor respaldo del pueblo colombiano, pues, sin duda, los anuncios de la comunidad internacional, en esta materia, son de gran utilidad. En cuanto a la implementación del acuerdo de paz suscrito con las Farc, el reciente informe demuestra avances significativos, en especial respecto de la reforma rural y la política de tierras. La activación del Comité de Seguimiento, Impulso y Verificación a la implementación (Cecivi), permitirá avances importantes, que, dicho sea de paso, se echan de menos en los últimos años.
Siempre será más fácil agitar la bandera de la guerra y el odio, inclusive más rentable políticamente, eso sí, con consecuencias futuras impredecibles. Los altibajos serán constantes, y, por tanto, tendrán que venir ajustes en función de las diferentes etapas que suponen este tipo de negociaciones. Ciertamente las rutas son diferentes en función del grupo armado con el cual se pretenda dialogar y eso debe tenerlo claro la sociedad colombiana. El Eln tiene una gran oportunidad para demostrar si en verdad mantienen mística y lucha social, o, por el contrario, solo ánimo de lucro a través del narcotráfico. Bien lo dijo el presidente del Senado, Roy Barreras: “pasan a la historia como constructores de paz total o pasan a la historia como una guerrilla que se degeneró en narcotráfico”. Y en términos del presidente Petro: “O el camino del padre Camilo Torres Restrepo o el camino de Pablo Escobar”.
El propósito de la paz debe unirnos a todos, y, por supuesto, buscarse con pleno respeto por el Estado de Derecho y sin comprometer los altos intereses de la Nación.