Avanza en el Congreso, y está pendiente del último debate, el Proyecto de Ley por medio del cual se prohíbe “El uso del castigo físico, los tratos crueles, humillantes o degradantes y cualquier tipo de violencia como método de corrección contra niñas, niños y adolescentes…”.
Este proyecto, aunque de iniciativa parlamentaria, es promovido por la Alianza por la Niñez Colombiana que elaboró un documento al que llamó “Sin golpes, sin gritos, sin encerramientos: nada justifica la violencia contra la niñez” que contiene todo un diagnóstico sobre este fenómeno que estamos en mora de erradicar en Colombia. Al mismo tiempo, se tiene en cuenta la experiencia internacional -son 56 los países que han adoptado esta medida- y en su apoyo se encuentra el hecho de que se han denunciado muchos casos de maltrato físico contra los menores de edad en medio del aislamiento producido por la pandemia.
El proyecto de Ley no crea un nuevo tipo penal por no ser un tema de política criminal; por tanto, no impone medidas coercitivas a los padres que acudan a procedimientos violentos en la crianza y formación de sus hijos; quienes incurran en esas prácticas tendrán que participar en “escuelas de padres” y otros programas pedagógicos que se implementen para evitar los castigos crueles contra los menores. Hay que educar a los padres para que aprendan a formar a sus hijos evitando que las medidas correccionales se conviertan en maltrato físico.
Los niños hay que educarlos pero en ese proceso no hay que someterlos a tratos crueles, inhumanos y degradantes que atentan contra su integridad y dignidad. Los expertos hablan de los efectos negativos que tienen estas prácticas en el comportamiento y conducta de los menores por las afectaciones que pueden producir en su salud mental, sicológica y emocional, al crear estereotipos que se reproducen en la vida de relación.
Esta manera de formar a los niños al interior de las familias también existía en el sistema educativo que afortunadamente ya se ha superado. El mecanismo de enseñanza tanto en la casa como en la escuela con “palmadas, correazos, pellizcos y el uso de la regla de madera por los profesores para sancionar a los estudiantes que no hacían las tareas o que no respondían a los encargos académicos”, era como una proyección de lo que sucedía al interior de la familia.
Esa forma de concebir la educación como sometimiento se trasladó a la escuela y los hogares y tenía como antecedente aquella frase sentenciosa que ordenaba “la letra con sangre entra”. Ese método, según se decía, buscaba construir disciplina en el educando, enseñarle a ser responsable y demostrar a niños y adolescentes que hay que cumplir ciertas reglas de comportamiento y que quien las incumplía se sometía a sanciones, cuyo objetivo se comparte. Pero era un régimen que se soportaba en el miedo y no en la reflexión. A los niños hay que inculcarles valores y fomentarles convicciones. Ojalá este proyecto de Ley contribuya a ese sano propósito.