ERNESTO RODRIGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 13 de Diciembre de 2014

OPINIÓN ORBITAL

La aristocracia del talento

Prácticamente  no pasa un solo día de su administración en que los bogotanos no reneguemos de las decisiones que toma el alcalde Gustavo Petro Urrego, por lo contradictorias, intonsas e ilógicas.

Dueño de una privilegiada inteligencia, pero de un enorme y enfermizo ego que no le cabe en el Palacio Liévano, nuestro controvertido burgomaestre desafía cotidianamente la paciencia de los bogotanos, no solo a  causa de su inmensa soberbia sino de su descomunal desconocimiento de las funciones de su cargo.

Llegó al “segundo encargo de la Nación” como se le conoce a la AlcaldÍa Mayor de la capital, gracias a una espectacular carrera política en el Congreso de la República, en donde brilló como un orador dueño de grandes recursos, disciplinado fiscal de la cosa pública y valiente miembro de una oposición que no daba ni pedía cuartel en su lucha contra la corrupción y la desidia en el manejo de todo lo público.

Había sido rebelde agitador, conspirador y guerrillero, pero había firmado la paz, había aceptado las reglas de juego democrático y el país le había premiado con su admiración y su confianza electorales. Además de reconocerle innegables dotes de agitador de masas y de opinión. Sin embargo, y como pasa muy frecuentemente, a pesar de haber sido un singular estudiante, arribó a la alcaldía sin el necesario bagaje burocrático en el buen sentido de la palabra y desconocía, en forma abismal, los secretos de toda buena gestión gerencial. Esto sumado a un soberbio ejercicio del mando y a no saber medir con prudencia y sensatez las consecuencias de sus actos y de sus determinaciones, ha hecho de su administración un verdadero caos de difícil repetición.                                                               

Carlyle nos ha dicho que “El que manda sobre los hombres, aquel a cuya voluntad nuestras voluntades han de subordinarse y someterse lealmente para encontrar así su felicidad... ha de ejercer leal y ejemplarmente el poder...” y realmente nuestro Petro no ha sido ese gobernante para darnos ejemplo.

Como muy seguramente sí lo será, en ese mismo sentido, el nuevo superintendente de Sociedades, Francisco Reyes Villamizar, quien llega a su cargo por segunda vez y luego de toda una vida dedicada a su disciplina favorita: el derecho societario o de sociedades, en donde ha sobresalido como reconocido tratadista y verdadera autoridad mundial. Dueño de una inteligencia privilegiada y de una preparación académica, que lo hace conspicuo miembro de lo que el mismo Carlyle dio en llamar la “aristocracia del talento”, es sin embargo, un  profesional sencillo, casi humilde, que hace su labor sin mayores estridencias ni bullicio.

Conocedor como pocos del mundo del derecho, posee un aquilatado criterio jurídico que lo ha convertido en uno de los más respetados y consultados maestros del oficio. Escritor de donosa pluma, sus múltiples experiencias las ha vertido en sendas y exitosas obras. Pero lo más importante de todo esto es que hoy llega al desempeño de su difícil misión, -por encargo presidencial y recomendación de otro miembro de esa cofradía del talento, el superministro Néstor Humberto Martínez-, para trazarle línea al mundo de nuestras sociedades y eso sí darle ejemplo a muchos burócratas de cómo ejercer sus cargos con brillo, pulcritud y sapiencia.

ernestorodriguezmedina@gmail.com