ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Junio de 2014

El juego de Santos

 

El presidente Juan Manuel Santos ganó, en forma clara y contundente, el pasado domingo y podrá gozar de otros 4 años de mandato. Pero no se puede equivocar en la lectura que haga de esta victoria. Lo que primero tiene que entender es que todos los colombianos queremos la paz y que la mitad de ellos -electoralmente hablando- votaron para que esta paz no se haga con impunidad y sin justicia para con las víctimas. Lo que traducido al buen romance quiere decir que los señores guerrilleros deben dejar de comportarse como si hubieran ganado la guerra y deberán proceder a indemnizar a sus miles de víctimas, entregar su armas, dejar de delinquir e ingresar a la vida política como en su momento lo hizo el M-19.

Pero para lograr todo esto es muy importante comprender en toda dimensión lo que significa el beneficio de la paz, para todos los comprometidos en el conflicto. Si solo con vislumbrar un acuerdo nuestro desarrollo se ha disparado en un crecimiento del 6,4% en el último  trimestre no es imaginable las cotas de crecimiento que lograremos sellado el conflicto armado.

Santos con su victoria ha demostrado que el país optimista es mayoritario y ha dejado bien sentada su visión de futuro y su muñeca política. Como excelso pokarista seria bueno que dejara de "cañar" e hiciera uso de sus buenas cartas que tiene en su baraja, para hacer su propio juego. Todo está montado para dar inicio a lo que nosotros hemos llamado en estas mismas columnas "la segunda república  y liberal". Tiene unido no solo al viejo y nuevo liberalismos, sino a toda la izquierda, incluyendo el mamerto más puro. Al partido conservador pareciera no necesitarlo. Dividido como ha estado los últimos 50 años, entre los doctrinarios y los amigos de la nómina, no importa cuál sea, se merece su actual suerte.

La única diferencia con las pasadas divisiones es que una de esas partes está comprometida con el uribismo y con todos los fundamentalísimos de derecha que existen. El caso del expresidente Uribe es más un caso clínico patológico que un asunto de relaciones políticas.

Es  vergonzoso verlo en sus apariciones incendiarias. Da tristeza al cotejarlo con sus mejores momentos como buen gobernante, que no fueron pocos. Pero está enfermo de poder y esa viudez lo tiene trastornado. Debería darse unos días de descanso y reflexionar sobre su futuro como el evidente líder que es de una gran parte de la opinión de este país. Zuluaga se proyecta como un dirigente decente y competente y de su comportamiento democrático dependerá su destino.

Están dándose todas las condiciones para  lograr un espléndido desarrollo como lo soñaba Álvaro Gómez y por eso insistía siempre en un acuerdo sobre lo fundamental para ese desarrollo. Paz, justicia, salud, educación y trabajo. Los colombianos hemos probado que unidos logramos lo impensable como lo estamos haciendo con nuestra selección de fútbol en Brasil. Un equipo compacto que juega como un solo hombre con una sola meta: ganar y lo está logrando. Este cuarto de hora debemos aprovecharlo.

ernestorodriguezmedina@gmail.com