Atonía electoral
Muy acertado el titular de El Tiempo cuando en su página política del pasado jueves tituló que los candidatos presidenciales merodeaban por los lugares santos la semana de pasión. Nosotros agregaríamos que lo vienen haciendo en todas partes desde que comenzaron sus respectivas campañas. Todos los diccionarios de nuestra lengua definen el verbo merodear como "la acción de vagar alrededor de un lugar sin rumbo ni propósito definidos" y eso es, precisamente, lo que todos ellos se han dedicado a realizar por estas calendas. El mismo cronista nos cuenta cómo el candidato Enrique Peñalosa pasó la jornada en un peaje de la vía Mondoñedo repartiendo volantes a diestra y siniestra, mientras el candidato-Presidente prefirió reunirse en privado con algunos de sus asesores; Marta Lucía Ramírez se pegó un aventón hasta Popayán, tarea en la que la imitó su contrincante uribista Óscar Iván Zuluaga, plan de reflexión religiosa que imitó la candidata de la izquierda, quien prefirió irse de peregrinación a donde el Señor de Monserrate.
Qué lejos parecen estar esas campañas de las a cielo abierto y plazas atiborradas de tiempos de Alfonso López y Álvaro Gómez. ¿Será que ganará el que menos se haga notar? Da pena seguir el calendario de giras por televisión. Se nota cómo los editores se ven a gatas para presentar una nota de 30 segundos que proyecte algún mensaje. Se trata de una apuesta electoral llevada a cabo dentro de una lastimera atonía en donde los candidatos no parecen tener agenda ni itinerarios, ni rutas definidas, ni programas presentables.
Si los activistas están dormidos, los electores, roncando. Esto seguramente se va a reflejar en una significativa abstención que los analistas correrán a justificar. Ninguno de los cinco candidatos tiene una personalidad arrolladora y la falta de carisma los acompaña en menor o mayor grado. Asimismo ausencia de propuestas llamativas que convoquen. Ninguno de los candidatos se muestra interesado en presentar planes contra el desempleo, mejorar la educación, sacar de la crisis a la justicia, combatir la rampante inseguridad de las grandes ciudades, especialmente Bogotá. Todos, incluyendo su principal animador, el candidato-Presidente, tocan el tema de la paz, como si fuera una papa caliente. Y ninguno de ellos confía en las buenas intenciones de las Farc,
Como si todo esto fuera poco no quieren o no saben cómo acompañar a sus candidatos entre otras cosas porque no se sabe a ciencia cierta quien apoya a quien. El que parece ser más opcional, Enrique Peñalosa, no ha podido lograr un apoyo sincero y determinante de los verdes quienes para el efecto, tratan de diferenciar si son un partido, un movimiento o una alianza. No menos enredado aparece el apoyo de la cacareada unidad nacional al candidato Presidente, en espera de cuanta es la mermelada a repartir. El conservatismo, por su parte, pendiente del guiño del Consejo Electoral y mientras tanto están dejando en el limbo a la candidatura de Marta Lucía, una gran candidata de un partido timorato. Óscar Iván no se ha podido liberar de su titiritero y Clarita no las tiene muy claras respecto al tamaño del apoyo de una izquierda cada vez más mamertizada.
Lo preocupante es que cualquiera sea el resultado, se reflejará en la forma como se gane la segunda vuelta, ya que quien lo logre llegará con un costal lleno de compromisos de toda índole, fruto de alianzas y componendas. Panorama que seguirá contando con ese ambiente enrarecido por la pugnacidad y la confrontación, fruto de la forma como el expresidente Álvaro Uribe hace política y reclama su lugar en este precario escenario. Amanecerá y veremos...