ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Marzo de 2014

La caída de Petro

 

Ha caído finalmente el telón en el triste episodio de la destitución del alcalde Gustavo Petro. Durante cuatro largos, penosos y agitados meses, este hizo gala de una imaginación desbordante con la que trató de burlar la ley y desconocer la dura pero justa sentencia del Procurador General de la Nación. Triste lo acontecido con el personaje, porque este había hecho méritos suficientes para convertirse en un factor determinante de nuestra vida política y en figura descollante de la izquierda colombiana. Definitivamente no merecía esta suerte, pero él mismo se la buscó.

Ha quedado claro que “Colombia es un país de leyes” y que esta frase no es mera retórica. A cada subterfugio petrista las instituciones respondieron y neutralizaron las patrañas seudojuridicas. Fue un espectáculo deprimente, dado por un ego herido en lo más profundo. Con la misma soberbia con la que intentó gobernar, pretendió desconocer la majestad de nuestra justicia. Era un destino cantado para el exfuncionario que nunca supo asimilar las enseñanzas de San Agustín que predicaba cómo la humildad de corazón debe ser la primera y principal virtud de los gobernantes. No se puede gobernar a la defensiva y teniendo a todo el mundo, como contraparte. Termina, gracias a Dios, un largo período de desgobierno en la ciudad, uno de los peores que se recuerde en la historia de nuestra villa.

A los demagogos su incontinencia verbal los lleva al abismo y la mayoría de las veces sus acciones terminan mal. En Bogotá aún se recuerda la aparatosa caída, por cuenta de los “de ruana”, del alcalde Jorge Eliécer Gaítán, paradigma de nuestro despetrificado burgamaestre. Todos ellos, en su momento, se consideran intocables y tristemente tienen que constatar que no lo son. Nuestro deschavetado vecino, Nicolás Maduro, haría bien en poner sus barbas en remojo.

Esto, además, es una seria y conveniente advertencia para todos aquellos que aspiran a gobernar sin tener las calidades y capacidades para poder hacerlo. Es de confiar que esto les sirva de lección. El  Procurador nos ha recordado que no cuidar con esmero administrativo la cosa pública es tan grave o peor que usufructuar el erario. Las faltas de Petro fueron muy graves. Fuera de poner en riesgo la salud de los bogotanos por su tremendo desaguisado, también puso en peligro las finanzas distritales. Su falta de planeación, y su ausencia de criterio, han sido la causa de sus tragedias. Y por eso lo han empapelado y seguirán empapelando. Sus desaciertos no solo fueron coyunturales sino más bien permanentes El peor error de Petro fue creerse el dueño de la capital.

Pero hay otros culpables. El presidente Santos enmendó su error de permitir -otros dicen que cohonestar- la división suicida de la unidad nacional en las elecciones en donde triunfó el defenestrado. El conservatismo y el liberalismo tienen una gran cuota también en esta debacle electoral y el Consejo Distrital que obedece sólo a los intereses de la fauna politíquera...

Capítulo aparte merece la actuación del señor Procurador. En una sociedad permisiva, “manguiancha” y relativista a ultranza, ha sabido cumplir con sus delicadas funciones obedeciendo solo a su conciencia jurídica y a su bien probada experticia profesional, pero sobre todo su verticalidad les ha dolido a sus adversarios porque se soporta en una transparente doctrina conservadora y en un talante católico de gran sentido moral.

 

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Adenda

No nos podemos volver a equivocar en la próxima elección de Alcalde. Tenemos todos que elegir a un candidato de la altura de Peñalosa, Mockus o Castro, a quienes la ciudad les debe tanto. Ni candidaturas oportunistas ni de  circunstancias.

Con todo respeto no vemos a Pachito en ese rol, como tampoco a un furibista, ajeno al trajín bogotano.

ernestorodriguezmedina@gmail.com