El matoneo no es el camino
Como muy sensatamente lo aconseja el internacionalista colombiano que quizás sepa más del tema, Enrique Gaviria Liévano, ante el hecho cumplido del fallo adverso de la Corte Internacional de Justicia, Colombia tiene que actuar con cabeza fría y acorde con la tradición de nuestro país de respeto y acatamiento del Derecho Internacional. Su deber es cumplir y acatar la sentencia. Lo que no excluye que Colombia pueda solicitar aclaración del contenido del fallo o iniciar el recurso extraordinario de revisión que prevé el mismo estatuto de la Corte Internacional.
Seguir insistiendo en que no va a acatar el fallo le puede significar a Colombia no solo el descrédito ante la comunidad internacional. sino quedar sujeta a sanciones del Consejo de Seguridad como lo establece la Carta de Naciones Unidas. Por lo demás denunciar el tratado americano de soluciones pacificas o Pacto de Bogotá, de 1948, no sólo es extemporáneo sino que no tendría ninguna incidencia en el fallo. Fe y Dignidad, recomendaba el tío abuelo.
Con malabares politiqueros no se puede poner en riesgo nuestra propia seguridad jurídica. Lo único cierto es que estamos pagando el hecho incontrovertible de no tener una política exterior seria, consistente y bien apalancada en una buena diplomacia. En lo referente a límites nos ha ido mal. Pero, a pesar de todo, siempre acatamos la normatividad jurídica y no es el momento de comenzar a desconocerla. A partir de ahora hay que proceder sin bravuconadas. Retirarnos de La Haya, el marco jurisdiccional del sistema internacional, y denunciar un Tratado que auspiciamos y que es el más importante instrumento interamericano de soluciones pacificas, son medidas extremas que nos pueden traer muchos dolores de cabeza. Y si a esto le agregamos que en la pasada administración, por aquello del matoneo, renegamos de nuestros principios tutelares de la no intervención y el no uso de la fuerza, el panorama que se nos presenta podría ser muy desolador.
Lo que ahora nos debe preocupar es cómo lidiar y concertar con Nicaragua que, muy seguramente, comenzará a “coquetearle” a los isleños para enredarles su futuro. De una vez por todas debemos hacer presencia real y soberana en lo que nos queda de un archipiélago que si hubiera sido un “Archipiélago de Estado", no habría sido desintegrado y cercenado por los magistrados de marras. Y recemos porque la señora ministra, en honor a sus genes, guarde más prudencia y no siga haciendo anuncios salomónicos ni catastróficos
Adenda
Ya perdimos los recursos naturales más valiosos de nuestro Caribe. Igualmente estamos perdiendo, en la ONU, otro recurso tan valioso o más como es el de la órbita geoestacionaria, estratégico para nuestras comunicaciones en esta era de las nuevas tecnologías. Por esa carencia de sindéresis en nuestra política exterior desde hace más de diez años perdimos el escenario idóneo para defender nuestras aspiraciones y nuestros derechos, como era el grupo de trabajo que estaba estudiando su regulación jurídica especial.
Y ¡aquí no pasa nada!