ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Septiembre de 2012

Don Arturo Abella

 

Don Arturo Abella Rodríguez fue todo un Maestro del Bello Oficio, y un Notario Singular de nuestras gestas patrias. Lo fue, en toda la extensión de la palabra, para quien esto escribe, para decenas de colegas en esta casa editorial y para muchos más como alumnos en sus amenas clases universitarias. Verdadero Señor de las Letras, filósofo de profesión, fue un clásico de la crónica y del relato. Un artífice del comentario pero, sobre todo, un reportero excelso del devenir político. Toda su ejemplarizante vida fue una eterna tertulia...

En nuestro caso él fue el  responsable de habernos  enamorado de esta exótica forma de ganarnos el sustento. A mediados de la década de los cincuenta nos reclutó desde sus magistrales cátedras, en la naciente Escuela de Periodismo de la Universidad Javeriana.

Por entonces era el Jefe de Redacción de Diario Gráfico, la estupenda experiencia vespertina de Enrique Gómez, que remplazaba en esos aciagos días al clausurado y querido El Siglo. Nos tocó "madurarnos biches", lidiando a los censores y esbirros de Gurropín, como se conocía al Jefe Supremo. Bajo su sagaz  batuta aprendimos a escribir entrelíneas y a titular en clave.

Al caer la dictadura Don Arturo  se puso al frente  de la redacción de El Siglo y con una verdadera constelación de grandes del periodismo, acompañó a los Gómez Hurtado, en la reconquista del liderazgo periodístico nacional. Pero... la televisión lo estaba esperando. Creó Telediario y a través de la pantalla chica, todas las noches, tertuliaba con los colombianos. Fue su época de  mayor protagonismo. En estos escenarios, en donde actuaba como pez en el agua, el inolvidable Comino, como cariñosamente lo bautizó  Klim, su entrañable amigo, se ganó a pulso el reconocimiento nacional,  como uno de los grandes del oficio. Con sus "fuentes de alta fidelidad", mantenía "chiviados" a sus rivales y plenamente informados a sus "telecómplices", como le gustaba calificar a sus fieles seguidores.

Todo esto lo recordamos sus discípulos y amigos, cuando este jueves fuimos convocados por el embajador Enrique Gaviria Liévano, en la Academia Colombiana de Historia, que tan brillantemente preside, para rendirle un sentido homenaje no sólo al periodista sino al historiador. Al cronista de Don Dinero en la Independencia y de El florero de Llorente. Al narrador de entuertos entre criollos y chapetones; al relator de sus rencillas, de sus intrigas y de sus secretos non sanctos. Al indiscreto,

al investigador de entretelones y de  cotilleos pero, ante todo, al valeroso desmitificador de no pocas figuras de pacotilla.

Porque Don Aruro no contento con formar parte de la suicida oposición al régimen contemporáneo, encontró la manera de confrontar las chapucerías de los dueños del poder, durante la llamada Patria Boba. "Conceda vuecencia lo que pide el pueblo, si quiere salvar su vida y sus intereses", nos cuenta y sentencia: "Y el Virrey Amar cedió y... se cayó"..¡En cuatro pincelazos nuestro Maese pone fin a toda una época!

Quienes asistimos al hermoso homenaje, acompañando a los hijos del ilustre "comecuartillas" como solía describirse con su bogotano humor, gozamos de su vivencial compañía en esos instantes, como lo destacó Andrés, uno de sus vástagos. Y salimos convencidos de que su legado y sus enseñanzas seguirán acompañándonos.

 

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Adenda

Enamorado de España desde siempre y eterno hincha de Millonarios, debió llorar lagrimas celestiales por  el vergonzoso ocho a cero.

ernestorodriguezmedina@gmail.com