Hemos aprovechado estas fiestas navideñas para viajar en familia a los Estados Unidos y visitar algunos parientes cercanos. Ha sido una experiencia singular que nos ha producido sentimientos encontrados. Por un lado hemos podido comprobar cómo este gran país está pudiendo salir de su prolongada recesión económica y ha entrado definitivamente en un proceso de franca recuperación. Por otra parte se percibe que los desencuentros sociales están a flor de piel de muchos estadounidenses
Sin embargo, es evidente el buen nivel de vida del que gozan en los actuales momentos y en muchas regiones, especialmente al este. Como bogotanos que padecemos el desastre petrista es lo primero que uno nota: la gran ausencia de bienestar colectivo que soportamos por culpa del desgobierno, la desidia y la falta de visión y de oportunidades. Y saber que muy seguramente nos vamos a tener que aguantar sus disparates por un año más si la Providencia no se apiada de nosotros y las altas Cortes no lo defenestran como sería lo lógico y deseable.
Recorrer las calles de la gran manzana y de cientos de pequeños pueblos costeros en medio de la limpieza, la seguridad y la amabilidad ciudadana, entristece en contraste con el abandono, los huecos, el embotellamiento vehicular y el estresante trajín a que estamos acostumbrados los pacientes bogotanos. Pero este tema amerita un tratamiento más detallado en próxima columna. Hoy simplemente queremos reiterarles a nuestros lectores sinceros deseos de que las festividades navideñas sean una oportunidad para olvidarnos de estos maltratos oficiales y nos preparen el ánimo para mejores días.
Mientras tanto, y como lo ha dicho el Presidente, tratemos de recordar el año que termina como el año de la esperanza y que el 2015 venga con la certeza de una firma de paz. Para ello todos los colombianos, y los uribistas primero, deberemos deponer los celos y los recelos que nos aquejan y disponer nuestro mejor ánimo al advenimiento del final de conflicto que todos lo padecemos.
Por lo lados de nuestra economía, y a pesar de algunos profetas del desastre, soplan vientos de optimismo. Somos de los que estamos convencidos de que esta recuperación norteamericana que venimos comentando ayudará muchos a nuestro propio desarrollo. Por lo demás, el hecho de que comencemos a ver la luz al final del largo túnel de nuestra confrontación armada debe ser motivo de alegrías compartidas.
En esta dirección otro factor determinante para ese porvenir más halagüeño es la programada construcción de buenas y necesarias vías y que la energía y fortaleza políticas del Vice están convirtiendo en obras palpables en nuestro mapa nacional. Gozar de la red de autopistas interestatales norteamericanas nos señala el camino a recorrer en este campo que por años nos han vedado la desidia y corrupción de políticos y contratistas.
Y qué decir de las satisfacciones colectivas que nos depararon durante todo el año que termina nuestros extraordinarios deportistas, a cuya cabeza debemos ubicar al extraordinario James, al corajudo Falcao y las triunfantes atletas olímpicas. Muy seguramente el año próximo será una extensión de estos triunfos.
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Adenda
Los hispanos, y en especial colombianos y latinoamericanos en general, siguen afianzando su influencia geopolítica en la sociedad norteamericana, a pesar de ese racismo del que hablábamos al principio. Se nota una mayor profesionalización -sobre todo en la juventud- que los están distinguiendo en las distintas comunidades...