Santiago Grisolía, expuso la lección de La gripe aviaria: un reto de salud pública y cómo la pandemia afectó especialmente a niños, escolares, adolescentes y jóvenes. Se suponía que todo era producto de la divulgación popular. Las encuestas, en 1957, aludían a los picos pronunciados de la epidemia.
Al año siguiente, anunciada la llegada al poder del candidato del Frente Nacional - discutían si liberal o conservador- apareció el segundo capítulo de este episodio de la historia de la salud local y universal. Fue esta una experiencia en mi adolescencia que me enseñó a comprender la sensibilidad de las masas y sus traumas. Dada la vocación que mi padre, Arturo Navas Venegas, periodista y escritor, vinculado oficialmente al proceso judicial de los acuerdos de Paz, nos comentaba lo que ocurría y las consecuencias que ese drama podría generar.
La gripa asiática -1957- en esa época arrojó un total de, más o menos, un millón de viajeros al otro mundo y en el imperio Eisenhower se registraron, alarmantemente, 120.000 fallecimientos por esa epidemia.
Sin recordar las doctrinas medicinales que promulgaban los noticieros de televisión, entre ellos “El Mundo al vuelo”, Avianca, otros medios hacían comentarios optimistas, por ejemplo “Radio Santa Fe”, sugiriendo el consumo de agua de panela con limón, jengibre y mejoral, si había un síntoma de la afectación; los curas, en Semana Santa, predicaban que si se rezaba con buena fe, el Señor cuidaría a sus fieles y así, muchas otras campantes campañas tranquilizaban a las gentes.
Ese recuerdo, al cual sumó la tranquilidad que produjo la cesión del desorden público por la protesta para derrocar al dictador militar de ese momento, el General Rojas, quien renunció el 10 de mayo, invita a analizar lo que se está viviendo en este instante.
Hay crisis emocional a nivel del planeta por la pandemia que ha producido el coronavirus, y esta situación viene generando una somatización fisiológica que, lógicamente, debilita las autodefensas. Este es un síndrome neurótico provocado por el medio ambiente en que se está viviendo. El miedo y la inestabilidad mortal, a la que hay que anexarle el apuro económico que se está aprovechando, por ejemplo, la astuta devaluación del peso colombiano, como, en 1963 ocurrió en el gobierno de Guillermo León Valencia, estremece al pueblo colombiano: imitar a Venezuela. Un imaginado fracaso, Dux Iván, que excita el carácter instintivo y derrite la personalidad, inconscientemente.
No extraña que esta sintomatología, la angustia se confunda con la depresión, suma que se traduce en un pánico epidémico y, obviamente, sus secuelas son impredecibles. ¿Pero hay un remedio?
Claro que sí, solución factible es derrotar el miedo y la tristeza. Ley del efecto, refuerzo positivo de la psicología conductual. Eliminar discursos histéricos y aterradores, rendidos con el ánimo de pasar a la historia como héroes. Hay que ser positivos, incluso aceptando la muerte, pero no contaminar un ánimo de anule la supervivencia. ¡Prevenir la salud mental!