Entre uno y otro | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Junio de 2018

El período que transcurre entre la elección de un nuevo presidente y el ejercicio de las funciones del que está en ejercicio es el que estamos viviendo ahora. Casi que se puede decir que hay dos presidentes; sí, en realidad uno que debe estar atendiendo el “chuzo” o la “tienda” hasta el próximo siete de agosto, fecha en la cual, para recordar la batalla que definió la llamada independencia de la Madre Patria, además se le vencerá el plazo de los últimos cuatro años, es la fecha escogida para estrenar mandatario. Luego de dos períodos consecutivos, entregará la “chanfaina” que ha desempeñado bien, a pesar de la opinión de sus malquerientes.

El elegido en cierta manera comienza a ejercer, digamos más bien, a acabar de enterarse o a complementar todo lo que ya sabía sobre los asuntos del estado. Obviamente ante la opinión pública genera más interés todo lo del nuevo dueño del balón, en frente a quien está haciendo, digamos dejando que transcurran los días, hoy menos de sesenta, con la dignidad y consagración como ha venido haciéndolo hasta ahora. No se puede ignorar que como decimos en Bogotá, está contando las semanas, los días y los minutos para poder dedicarse no a descansar, pero sí a librarse de tan pesada carga como ha sido ejercer las tareas propias de dirigir la nación con tino, responsabilidad y respeto. Aunque haya tenido críticos tan ácidos como quien patrocinó al electo, en buena parte gracias a su patrocinio, consagrado por la voluntad de sus conciudadanos.

Pero como no se trata de reconocer únicamente los méritos y reconocimientos como mandatario que no son pocos, uno de ellos fue el proceso que lo llevó a poder convenir un acuerdo con los alzados en armas y tratar de darle la paz a Colombia. Sus esfuerzos en ese sentido, no han sido únicos en el mundo pero sí por las características del mismo; anteriores mandatarios también hicieron grandes esfuerzos pero solamente ahora fructificaron. Más de medio siglo nos tuvieron sitiados los guerrilleros que ahora han pasado a otras actividades.

Seguirán las observaciones y las críticas, pero la historia tendrá que reconocer que los esfuerzos que otros mandatarios también quisieron lograr, él lo hizo. La expresión de cambiar las balas por los votos, bien parece que se cumplió. Los alzados en armas se convencieron que vale la pena hacerlo; después de muchos años de haber usado las balas. Además que nuestra “democracia” que asegura la capacidad y la libertad de opinar vale la pena ejercerla y dejarla ejercer sin ser objeto quien así lo hace, de ser reprimido por desafíos violentos. Ya forman parte del Congreso en donde tendrán un escenario apropiado para manifestar sus iniciativas e inconformidades.

Uno de los más serios errores políticos de Santos, fue el de convocar a un plebiscito que nadie había pedido. Encontrar errores en sus años de gobierno, los de Santos, no parece que sea tarea muy difícil.