Qué triste final el del rey Juan Carlos I de España y qué vergüenza para la monarquía de la Madre Patria lo que ha trascendido últimamente. El hombre garante de la transición a la democracia después de la dictadura de Franco y el que la defendió frente a una intentona de golpe de Estado en 1981, liderado por el pintoresco Coronel Tejero, en los últimos años resultó pelando el cobre -en catre de oro- yéndose con su amante alemana Corina Larsen a cazar elefantes a Botsuana -cuando los animalistas ya se habían apoderado del planeta- mientras su yerno Iñaki Urdangarin se enredaba con la justicia por garoso, igual que el propio Juan Carlos, recibiendo millonadas de la corona saudí y compartiéndolas en paraísos fiscales con su Cuore del alma, usándola como testaferro, quizás comprándole sus favores para compartir techo, lecho y mesa en los años dorados, como si la reina Sofía estuviera pintada en un mural del Museo del Prado.
Flaco favor le ha hecho el hombre a la institución de la monarquía, que no llevará a la tumba, porque ella tiene historia y la gente la añora como un valor supremo; afortunadamente tuvo a bien abdicar en favor de Felipe VI, su carismático hijo quien, con su elegante Letizia, reina consorte, y sus preciosas chiquillas, seguramente la salvarán. Recordemos que en Inglaterra, Harry y Megan decidieron patear la lonchera real, desertando de la nobleza y el príncipe Andrés, tercer hijo de la reina Isabel II, no pudo liberarse del escándalo del magnate Epstein -suicidado en prisión- a quien le dio por tentar a costosas niñas prepago para complacer en islas perdidas a hombres ídem del Jet Set internacional.
Post-it. A propósito de realeza, ¿qué habrá pasado con la devolución del Tesoro Quimbaya, rico ajuar funerario de 122 piezas de oro encontrado por guaqueros en 1890 en el Quindío? Lo último que se supo es que se llevó a exhibir en la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América (1892) en Madrid, como la muestra más representativa de Colombia y nuestro presidente (e) Carlos Holguín Mallarino, para congraciarse con la reina regente de España Ma. Cristina de Habsburgo-Lorena, decidió obsequiárselo, sin consultarnos a los indios.
Después de mucho andonear, la Corte Constitucional declaró en sentencia de tutela (SU649-2017) que con la entrega irregular de los bienes históricos y arqueológicos de la colección se violaron los derechos colectivos a la moralidad administrativa, al patrimonio público y ordenó al ejecutivo llevar a cabo todas las gestiones diplomáticas, administrativas, jurídicas y económicas ante España para lograr su repatriación. Obviamente ni Santos ni su canciller -sobrina bisnieta del obsequioso presidente- hicieron nada. La Corte ordenó conformar un Comité de Verificación para garantizar el cumplimiento de la sentencia, pero pasa como cuando se nombra una comisión para solucionar un problema; y como acá no tenemos Rey, pero sí un Duque, esperamos que se apersone del asunto y nos dé algún día la buena nueva de la repatriación del tesoro, antes de que a algún monarca le dé por metérselo a sus alforjas o repartirlo entre sus Corinas.