NI país desarrollado ni lejos de la pobreza. Somos una nación con pobreza y en vía de desarrollo. En crecimiento, pero con mucha inequidad.
Washington podrá quitarnos el título de emergentes para evitarse asistencias y preferencias, pero esa es una mera estrategia geopolítica.
Un país desarrollado con vías terciarias precarias, carente de autopistas, de infraestructura obsoleta, con aeropuertos pobrísimos, con baja competitividad y mucho por hacer en productividad, ciencia y tecnología; no puede ser.
Un país desarrollado, incapaz de operar un sistema de salud eficaz; no es serio.
Con nivel educativo perverso, deserción de colegios y universidades y difícil acceso a la universidad pública y privada, no puede llevar ese rótulo.
Mucho por recorrer en apertura de mercados, expansión de oferta exportable y diversidad de productos a la economía global.
Lucimos pantalones cortos en agroindustria, seguridad alimentaria, nutrición infantil y cobertura social a la población adulta.
En régimen pensional y laboral no hemos podido avanzar y seguimos aferrados al pasado, enredando en una telaraña de desinformación a trabajadores y pensionados.
Con escasa bancarización que significa millones de colombianos por fuera de los servicios y productos financieros.
Con flaca tasa de ahorro interno porque los hogares no tienen para cubrir necesidades básicas y guardar dinero.
Con escasez o ausencia de agua potable en varias regiones agropecuarias y petroleras.
Con viejísimo acueducto y alcantarillado en la turística Santa Marta.
Con comunidades en pobreza extrema en Guajira y Chocó olvidadas y aisladas de la mano del Estado; ¿cómo sentir así el desarrollo?
Un sistema tributario que ahoga a pobres y asfixia a empresas; no va con el desarrollo. Es una colcha de retazos dispersa, con gabelas y distorsiones que ahuyenta inversores e incentiva la evasión.
Puertos marítimos y megaobras atrasadas, robadas y sobrevaloradas; pintan un escenario de pobreza, atraso y nación aún en desarrollo.
Y si el Gobierno asegura que aquí no somos muy pobres; el panorama tiende a empeorar.
Sí somos pobres, sufrimos pobreza extrema, hay pobres en miseria, sin equidad y absoluta exclusión. Si esa es la puerta para invitar a pagar y recaudar más impuestos; estamos perdidos.
Lo primero es sacar a millones de colombianos de la enferma pobreza y el desempleo, reducir informalidad, fomentar con recursos oportunos y baratos el emprendimiento, estimular negocios agroindustriales en sector rural, expandir gratuidad en educación, crear condiciones para impulsar inversión y apertura de empresas, y alejar a políticos mañosos de los recursos públicos.
El enfermo no se cura si no acepta y reconoce su enfermedad. El país necesita reconocer y valorar que si bien vamos por una buena senda de crecimiento sostenible; no es suficiente.
No es bueno asustar y darle más leña a los pobres del país. Antes de invitarlos a pagar impuestos y situarlos en la tambaleante clase media, hay que sacarlos de su situación a través de un Estado cercano y de enfoque social.
Es urgente además recobrar la confianza.
Vamos bien, con economía estable, pero con pobres y muy pobres. En desarrollo.