El resultado de las elecciones presidenciales en Francia renueva el duelo de 2017 en segunda vuelta entre el actual presidente Emmanuel Macron y la candidata Marine Le Pen, aunque en un contexto transformado por la guerra en Ucrania, las consecuencias de la crisis generada por el covid-19 y la magnitud de las implicaciones que tiene para toda Europa y para la democracia en el mundo el innegable crecimiento de la extrema derecha y la posibilidad de una victoria de la misma en Francia.
Las encuestas hace cinco años mostraban una diferencia de 64% a 36% a favor del entonces candidato Macron, quien hoy solo aventaja a la señora Le Pen con una diferencia de 54% a 46%.
La segunda vuelta se ha convertido así en un complejo reto para un presidente que debe hacer frente al desgaste natural del poder y a las críticas que se le hacen por un número importante de personas que se encuentran en situación de fragilidad, evidenciada no solo con el famoso movimiento de los “chalecos amarillos”, y que lo perciben lejano de sus preocupaciones y angustias. En esta ocasión Macron se enfrentará además a una mujer que mantiene intactas sus convicciones pero que estratégicamente ha optado esta vez por un discurso menos brutal, con el cual busca mantener sus bases y al mismo tiempo atraer a los desencantados de otras formaciones políticas, particularmente en los sectores populares, con un lenguaje de proximidad y de identidad.
Son también electores insatisfechos y en cólera los que en número similar a los recibidos por la señora Le Pen, votaron por el candidato Jean-Luc Mélenchon, representante de “Francia insumisa”, que terminaron borrando prácticamente del mapa a los partidos moderados de izquierda. El partido socialista de François Mitterrand quedó así reducido a un 1.7%. Si a ello se suman los cerca de dos millones y medio de electores de la extrema derecha, aún más radical y xenófoba, del señor Zemmour, el panorama es en realidad inquietante.
Sin duda el gran desafío de los estrategas de campaña y del propio Macron en los días que siguen, será no solo de fortalecer el “frente republicano” -conformado por los partidos que en los minutos siguientes a la entrega de los resultados de la jornada electoral del pasado domingo, llamaron a votar por el candidato presidente para evitar la llegada de la extrema derecha-, sino ante todo de dar razones suficientes para hacerlo efectivo en las urnas y de generar el entusiasmo necesario para ganar las elecciones respondiendo a los reclamos, exigencias y expectativas de cerca del 50% del total del electorado que optó por los candidatos que representan las visiones más extremas del espectro político.
Nada está ganado, como lo reconoció el mismo Emmanuel Macron en su discurso, y en los próximos quince días deberá reflejarse en hechos concretos la mano tendida a las demás formaciones políticas invitadas a sumarse a su campaña. Más allá de poner en evidencia la pertinencia de sus propuestas y la importancia de salvaguardar los valores republicanos y humanistas, así como el ideario europeo, será de su capacidad de acoger y de acercarse en todos los sentidos al electorado, que dependerá el éxito o el fracaso de su nueva candidatura.
@wzcsg