El triunfo de Trump en las elecciones de los Estados Unidos deja diferentes enseñanzas que es necesario asimilar. Lo primero por destacar es que el empresario exitoso se impuso contra el establecimiento político de su país con un discurso que, la verdad sea dicha, no le hacía presagiar mucha suerte en las urnas porque iba contra los inmigrantes, y otras minorías, que necesitan con urgencia que la política migratoria les pueda regularizar su situación de permanencia para no verse abocados únicamente a medidas policivas, incluidas las deportaciones.
Los diagnósticos del candidato Trump no le hicieron creer a los grandes medios de comunicación del mundo, en la dura campaña que acaba de concluir, que fuera lo políticamente correcto. A ello había que agregar que los diferentes sondeos de opinión no le eran favorables.
El fiasco de la jornada electoral fueron las encuestas que demostraron, una vez más, su estruendoso fracaso. La ciencia de la estadística está en crisis; lo cierto es que sus mediciones en Inglaterra - con el Brexit -, en Colombia y Estados Unidos, ha resultado lo más alejado de la realidad.
En otras épocas los líderes y dirigentes políticos trataban de convencer a los electores sobre la bondad de sus propuestas; ahora, parece que es al revés. El éxito de Trump en esta agitada campaña revela que en sus intervenciones lo que hacía era interpretar las aspiraciones y los sentimientos primarios del norteamericano raizal, que se siente desplazado de los espacios laborales por los inmigrantes latinos y de otras regiones que -según ellos- son los responsables de la delincuencia y de la inseguridad que allá se vive.
En otros términos, su mentalidad, sus creencias y necesidades tuvieron en Donald Trump su mejor intérprete. Soy de los que cree que una cosa es lo que se dice en las campañas, con su lenguaje altisonante, que en esta oportunidad cobró particular acento, y otra cosa es el ejercicio del gobierno.
Las palabras pronunciadas por el presidente electo luego de conocerse los resultados electorales contienen un mensaje incluyente y una invitación a trabajar juntos por la prosperidad del pueblo de los Estados Unidos. De manera que no esperamos que se construya ningún muro en la frontera con México. Se requiere es de políticas públicas que resuelvan los problemas que vive la ciudadanía.
En la democracia del gran país del norte realmente funciona lo que se conoce como equilibrio de poderes, con un Congreso que fiscaliza y actúa, porque sus miembros también se deben a sus electores, y una Corte Suprema que dirime en forma independiente las diferencias que puedan surgir entre el ejecutivo y el legislativo.
Por tanto, se impone concluir que en estas elecciones triunfó la antipolítica con Donald Trump quién no exhibe ninguna trayectoria en el sector público. Tendrá que rodearse de un equipo de asesores idóneos y muy competentes con la experiencia necesaria para enfrentar los retos que demanda el ejercicio de la presidencia de los Estados Unidos, tanto en política internacional, como en asuntos de política interna.