El poder de decir no | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Marzo de 2024

Me he traicionado por no decir no.  Los niños pequeños lo tienen claro y dicen no sin tapujos cuando así lo sienten. ¿Qué nos pasa cuando crecemos?

La incapacidad para decir no es una consecuencia de desconocer cómo se manifiesta el ego en nuestras vidas o de, una vez visto y reconocido, no haberlo integrado.  Somos incapaces de poner el claro límite de la palabra no cuando en lo profundo de nuestra experiencia vital anidan miedos de diferente índole: a ser ignorados, rechazados o marginados.  De la misma manera, tampoco podemos decir no cuando hemos dejado de escuchar las señales de nuestro cuerpo, cuando estamos desconectados de nuestra intuición y cuando hemos entregado nuestro poder, seamos o no conscientes de ello.

A medida que fuimos creciendo, y avanzamos en los procesos de socialización, la opinión de las demás personas cobró mayor vigencia.  Paulatinamente, aquello que los otros pensaban sobre nosotros fue crucial para sentirnos vistos y, por ende, amados.  En muchos casos, empezamos a dudar de nosotros mismos, a perder nuestro poder y ponerlo en los de afuera.  Al finalizar nuestra infancia o en nuestra adolescencia, la necesidad de generar vínculos de pertenencia nos pudo haber impedido sostenernos en nuestras necesidades y ceder para hacer parte de la tribu. ¿Fuiste a una fiesta por presión social, sin poder decir no?  ¿Te ofrecieron un cigarrillo y empezaste a fumar sin querer, por no poder decir no?

El temor al rechazo también nos ha podido llevar a sucumbir ante las presiones del entorno y a decir que sí, cuando en realidad era no. ¿Si me niego a prestarles la tarea, me rechazarán? ¿Si me niego a hacer su trabajo, me excluirán?  Esto te puede estar sucediendo hoy, cuando salta tu niña o tu niño interior con miedo o sensación de abandono.  A mí me pasó: por el pánico a ser rechazado, cedí a hacer tareas que no me correspondían o a hacer favores cuando no estaba en posición de hacerlos. También es posible que, por el miedo a que no nos vean, hayamos sacrificado poder por visibilidad. ¿Te ha ocurrido?

Los miedos hacen que nuestro poder se desvanezca. Sin embargo, él sigue ahí, aunque esté dormido.  Podemos, en este mismo presente, volver a conectar con esa fuerza esencial que habita en nosotros –que proviene de la Divinidad–, sernos fieles y darnos nuestro lugar. Sí, necesitamos sanar nuestra infancia, sanar con mamá y papá y reconocer nuestro valor. Si decimos no y los demás se molestan o se sienten agredidos, esas emociones no nos pertenecen. Lo que nos corresponde es ocupar nuestro lugar y decir no cuando así lo sintamos. Ese no es un sí a la vida.

vargasedo@gmal.com